19 abr. 2024

Tu voto vale un pancho

Brigitte Colmán – @lakolman

El rito se cumple puntual y aburrido cada cuatro años, porque si bien los mandatos duran cinco, los políticos comienzan mucho antes sus cocinadas.

Este tiempo de caza de votos tiene por lo general los mismos ingredientes y, lo que es peor, los mismos cocineros.

Pasan centurias y el colorcito del pañuelo y una polca siguen pesando más que los programas partidarios y de gobierno. Los candidatos ya ni necesitan mentir a sus víctimas, perdón, a sus electores, pues para eso está el show, el gran show de la política.

A tanto han llegado los dueños de partidos, que en vez de apostar al leal seccionalero con panza cervecera, prefieren a figuras mediáticas para atraer más votos.

Ahora el ritual se repite. Tirios y troyanos convocan a grandes concentraciones para demostrar poderío. Pero aunque quieran convencernos de lo contrario, vemos que todos ellos son lo mismo, o al menos, representan la misma cosa. Ya ni los colores los diferencian.

Los paraguayos tenemos una insana vocación masoquista; y las nuevas dirigencias repiten el modelo, siguen la receta, son más de lo mismo.

El oficialismo no pierde las mañas y por eso sigue arreando a los funcionarios públicos a sus actos multitudinarios, con la ayuda –como ya es mala costumbre– de los vehículos del Estado.

¿Cambia, todo cambia? Mentira, acá lo único que cambia es el menú, donde el tradicional vaka’i se decanta por el pancho.

Creo que fue en la época de Recanate, una de las últimas fechas del campeonato. Cuando ya no quedaban entradas, el presidente del Club Olimpia les prometió a los fanáticos que iba a poner una cantina con panchos.

La cosa acabó mal. Olimpia perdió, pero se ganó un nuevo mote. Ya no solo era el campeón del mundo y tricampeón de América; desde aquel aciago domingo, los olimpistas se ganaron el apodo de pancheros.

Ahora pues tenemos una nueva raza de pancheros, los colo’o. En tiempos de Stroessner, quienes acudían arreados a las concentraciones recibían galleta y vaka’i. En tiempos de Cartes y su benjamín, les reparten panchos.

El menú pudo haber cambiado, pero lo que no cambia es su desprecio hacia la gente. Hacia esos miles de funcionarios que tienen que justificar asistencia en los actos, pues si no lo hacen, habrá consecuencias.

La clase política paraguaya es miserable. Perpetúa prácticas autoritarias, denigrando al electorado y condenando a siete millones de paraguayos a un irremediable atraso. Por eso, correlí, ahora tu voto solo vale un pancho.