El millonario candidato presidencial republicano buscó con su breve visita a México obtener algún tipo de credibilidad diplomática, aunque la rigidez de su discurso sugiere que cedió a las presiones de los sectores más conservadores, irritados con una posición más moderada sugerida en la semana.
En un encendido discurso pronunciado el miércoles a su retorno de México, Trump volvió a denunciar a los 11 millones de inmigrantes en situación irregular en EEUU, a quienes responsabiliza por tomar los puestos de trabajo y por numerosos crímenes.
En ese discurso, Trump no mencionó la idea de expulsar sumariamente a la totalidad de esos inmigrantes en situación irregular, tal vez consciente de la pesadilla logística que semejante operación representaría, pero afirmó que “quien ingresó ilegalmente al país será pasible de deportación”.
Sin embargo, reiteró que su prioridad es remover del país a inmigrantes con antecedentes criminales, a los que permanecen en Estados Unidos después del plazo legal de sus visas y a los que abusan de los servicios sociales.
Durante un acto público, el vicepresidente Joe Biden sugirió que Trump era solo un hombre proveniente de una cultura de privilegios.
“Es un tipo que nació con una cuchara de plata en la boca. Y ahora se está atorando con esa cuchara”, dijo Biden.