Aquel domingo 1 de agosto de 2004, Gloria Morel había ido a realizar compras en el Supermercado Ycuá Bolaños y se encontraba ya ante una de las cajas, realizando el pago, cuando se desató el voraz incendio.
Asegura recordar perfectamente que, muy cerca de donde ella estaba, escuchó una voz masculina que ordenó cerrar las puertas del local, “porque la gente está robando”, aunque no pudo identificar quien fue el que dio esa orden.
“Todos los que estaban a mi alrededor, murieron. Yo tuve que pasar por sobre los cuerpos calcinados. Es algo que me cuesta mucho recordar”, narra, aún sobresaltada por la pesadilla que vivió.
El hecho más significativo fue que ella había dejado sus cosas en el empaque, entre ellas su cartera y un ejemplar de la Biblia, con un forro de cuero.
Llamativamente, el libro fue hallado varios días después, entre los escombros, sin haber sido destruido por el fuego, ni por el agua, ni por todo el estropicio que hubo. Una situación que ella no consigue explicar, y a la que muchos consideran un milagro.
La necesidad de escribir y relatar lo ocurrido
Gloria Morel sufrió un 60% de quemaduras, fue sometida a unas 60 cirugías, estuvo hospitalizada durante más de dos meses, y tuvo que reiniciar un largo proceso de rehabilitación.
“Prácticamente tuve que nacer de nuevo, como un bebé”, dice ella.
Una de las experiencias que le ayudó mucho fue volcar sus encontrados sentimientos en la escritura. “Estoy viva para contar” fue el primer libro que dio a conocer a un año del incendio, uno de los primeros textos sobre la magna tragedia.
“Soy una persona demasiado inquieta y nunca pensé que me sentaría a redactar una obra. La experiencia me ayudó a adquirir mucha paciencia y concentración”, relata, acerca del proceso que la llevó a escribir.
La gran receptividad que tuvo su primer libro, la animó a escribir un segundo volumen: “Vida entre cenizas, belleza desde escombros”, en el que narra con mucho detalle la lucha interior que significó sobreponerse a la tragedia, la fuerza de superación que a ella le inspiró, y que espera pueda inspirar a otras personas.
“A diez años de lo ocurrido, no guardo rencor a nadie”, dice la docente y escritora.