Donald Trump ha decidido presionar a todos los gobiernos del mundo para que compren organismos genéticamente modificados (OGM) norteamericanos. A los que se nieguen, los demandará ante la Organización Mundial de Comercio.
Un colaborador de Trump, Robert Lighthizer, declaró recientemente que la resistencia a los OGM no se justifica, por carecer de fundamento científico.
Es curioso que hable de ciencia un Gobierno que la ignora, como el de Trump, que se ha retirado del Acuerdo de París por no aceptar como un hecho el cambio climático, aceptado por la ciencia.
Es curioso que un Gobierno proteccionista que subsidia su agricultura exija a los demás el libre comercio. Ese proteccionismo hizo que la stevia (ka’a he’ê) fuera declarada nociva para la salud por la FDA, organismo estatal encargado de la salubridad de la comida y los remedios.
Años después, Monsanto creó una variedad OGM de la stevia, que fue aprobada. La FDA y otros organismos públicos se manejan con argumentos más políticos que científicos.
Recientes estudios del New York Times y de la Academia Nacional de las Ciencias norteamericana afirmaron que los cultivos OGM no producen más que los otros y que en los cultivos OGM no ha disminuido, sino aumentado el uso de los agrotóxicos.
El aumento del uso de los agrotóxicos daña el ambiente y lleva a la disminución de la fertilidad del suelo, con lo que el rendimiento de los OGM resulta aún menor a largo plazo.
Agreguemos que las semillas OGM son mucho más caras; en la India, con el uso de esas semillas ha aumentado el número de los suicidios de los agricultores, que se arruinan endeudándose y se quitan la vida. En ese país, el rendimiento de los cultivos de algodón bajó al mismo tiempo que aumentaba el uso de la variedad OGM.
Por otra parte, aquí no están en juego solamente el precio ni la productividad, sino también el acaparamiento de las semillas por seis multinacionales. Ya se han fundido dos gigantes, Monsanto y Bayer, experimentadas en la fabricación de venenos (Zyklon B, dioxina); se anuncia la fusión de ChemChemical y Syngenta, de Dupont y Dow.
Esas tres megaempresas controlarán el 61% de las semillas vendidas en el mundo (casi el 100% de las semillas OGM) y el 71% de los agrotóxicos.
Pero no se trata solamente de las semillas y los agrotóxicos, sino de la maquinaria agrícola; en este terreno, el 54% de la producción mundial está en manos de cuatro compañías: John Deere, CNH, AGCO, Kubota. La industria de las OGM, sus agrotóxicos y las maquinarias agrícolas mueve unos 400.000 millones de dólares al año. La tendencia es hacia la consolidación: John Deere ya condiciona a los agricultores a usar semillas OGM, afirma Julia Ribeiro en un estudio publicado en Con la soja al cuello (Asunción: BaseIS, 2016).
La tendencia es hacia una consolidación aún mayor; sus consecuencias se analizan en el estudio de Internet titulado Megafusiones agrícolas: ¿Software contra hardware?
El derecho a la alimentación no puede quedar supeditado a los intereses económicos de unas pocas empresas.
Por desgracia, la ofensiva comercial de Trump podría ser bien recibida por nuestra política exterior, la de permitir el uso y el abuso del Paraguay.