25 abr. 2024

Tino Sehgal rompe la rutina del Palacio de Tokio de París

París, 15 oct (EFE).- Trescientas personas de toda edad y condición conforman la principal materia prima del británico Tino Sehgal en la exposición recién inaugurada en el Palacio de Tokio de París, donde el visitante es invitado a ser protagonista activo, para sentir y crear su propia obra de arte.

Trescientas personas de toda edad y condición forman la materia prima del británico Tino Sehgal en la exposición recién inaugurada en el Palacio de Tokio de París. EFE

Trescientas personas de toda edad y condición forman la materia prima del británico Tino Sehgal en la exposición recién inaugurada en el Palacio de Tokio de París. EFE

El visitante requiere, para ello, dejarse llevar por sus emociones y conquistar su aquí y ahora personal, gracias, en principio, al contacto con esos ‘participantes’ de entre 8 y 82 años, coreografiados meticulosamente por el también bailarín de origen indio, nacido en Londres en 1976 y residente en Berlín.

Esta ha sido la manera elegida por Sehgal, estrella más que ascendente en el panteón del arte contemporáneo, para ocupar hasta el próximo 18 de diciembre los 13.000 metros cuadrados de exposición de que dispone el Palacio de Tokio junto al Sena, cerca del Trocadero.

La propuesta de Sehgal, León de Oro 2013 en la Bienal de Venecia, en esta que es ya cuantitativamente su mayor creación, incluye obras de otros artistas, la primera de ellas una reflexión sobre el paso de un espacio a otro, “Untitled (Chemo)”, creada en 1991 por el cubano conceptual Félix González-Torres (1957-1996).

En aras también de la memoria, reina junto a ella en el techo de la entrada otra creación histórica, la coloreada y circular “Quatre Fois moins ou Quatre Fois plus?” (¿Cuatro Veces menos o Cuatro Veces más?), hecha en 2004 para este mismo espacio por Daniel Buren (1938).

James Coleman (1941), Philippe Parreno (1964), Pierre Huyghe (1962) e Isabel Lewis (1981) completan desde otros lugares la lista de invitados especiales en esta “Carta Blanca a Tino Sehgal”, que para el Palacio de Tokio es la segunda de su historia.

La vecindad física y artística de sus complementarias visiones del arte ilustran la idea de “exposición postindividualista” de Sehgal, para quien una obra está en estrecha relación con su tiempo.

Su intervención “es un momento de experimentación máxima” no solo para el público sino también para la institución, que “se ha visto obligada a replantearse muchas cosas”, subraya el presidente del ya ultravanguardista Palacio de Tokio, Jean de Loisy.

“Todo ha cambiado”, Sehgal “trastoca todas nuestras costumbres”, no hay inauguración, ni tarjeta de invitación, ni carteles, no hay venta de entradas y casi no hay guardianes”, comenta durante la presentación a la prensa, que sí hubo, aunque en dos escuetos turnos para un número limitado de periodistas.

El espacio flexible, múltiple y cambiante del edificio ha vuelto a vaciarse hasta recuperar el esqueleto original que extrajeron de él los arquitectos Lacatón y Vassal cuando lo rehabilitaron en 2012, para servir mejor de enclave multidisciplinar al arte contemporáneo.

Cada cuatro horas, entre sus muros, que Sehgal quiso blancos, medio centenar de ‘participantes’ -que no son artistas profesionales- corren, pasean, susurran, cantan, bailan, meditan, descansan o simplemente andan.

También pueden hacer preguntas y contar una historia personal, según se tercie, al desconocido aspirante a ‘coartista’ que se tope con ellos.

El visitante los descubre nada más entrar en el Palacio, al atravesar el primer umbral, una enorme cortina de cristal de González-Torres.

Para “formar parte de la obra de arte” de Sehgal, que antes de dedicarse a la danza y luego al arte estudió economía política, es menester responder a ciertas preguntas: "¿Qué es un enigma?”, "¿Qué es el progreso?"; hablar de celos y deseos o prestarse a escuchar una historia personal y, por qué no, compartir otra si se desea.

No todo es calidez. “Sehgal esculpe emociones, pasiones y enojo como otros funden bronce o tallan la piedra”, recuerda Le Monde al hablar del trabajo de este “animal de sangre fría” obsesionado con el control, “ser de la sombra”, aunque figura estelar, que “rechaza la escena y, constantemente, se escapa”.

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