19 mar. 2024

The new tobacco

Antaño el pan era el súmmum de la bondad, el azúcar la alegría de la vida, la leche un regalo del cielo, la carne evidencia de prosperidad y estar tirado, tereré en mano y contemplando la nada, era la perfección hecha hombre. Ahora todo cambió. Estos productos y hábitos de uso masivo comenzaron a tener en los últimos años, fogoneados por la ciencia y por la psicosis del bienestar, un serio problema de márketing. Y en medio de todos estamos nosotros, navegando con unos kilos de más entre la ansiedad del buen vivir y la culpa glotona.

Todo comenzó con el cigarrillo. Justificadamente, el fumar cayó en desgracia y los fumadores se convirtieron en parias sociales. Después de esa batalla ganada, las miradas inquisitivas se posaron puras y sanas sobre otros productos y hábitos. Eso es precisamente lo que algunos ya llaman The new tobacco, es decir, siendo más castizos, Los nuevos cigarrillos.

En esta remozada topografía del mal entran productos como los celulares, pasando por los rayos ultravioletas y llegando hasta el porno. Pero los más inquietantes de esta lista tenebrosa son los alimentos que antes ocupaban el olimpo nutricional: la carne, el azúcar y la leche.

El diario El País de España publicó en setiembre pasado un excelente reportaje que desentraña las acusaciones y pone blanco sobre negro.

El planteamiento es el siguiente. Estos productos no son malos por sí. El problema es cómo los consumimos. Básicamente, el alimento es una fuente de energía, en su mayoría noble. Esa energía ingerida debe ser utilizada, si no, se acumula y comienza a generar problemas en el receptor.

El citado reportaje explica, por ejemplo, que el consumo de la carne está equivocadamente estigmatizado, fundamentalmente la roja, de la que dicen en su defensa debe ser consumida como mínimo una vez a la semana.

En el caso de la leche señala que bajo ningún concepto es adictiva ni perjudicial para el organismo, excepto que haya una intolerancia específica. Igual situación se da con el gluten presente en los cereales. No es malo, salvo para quienes es malo.

El malvado que no se libra del fuego eterno es el azúcar. Es altamente adictivo, pero con el detalle de que, a diferencia del tabaco, es una sustancia necesaria al cuerpo. Apunta la nota que hace un siglo cada persona consumía dos kilos de azúcar al año, hoy sobrepasa los 70 kilos en Europa y EEUU.

En síntesis, la solución, salvo otro parecer, es consultar con un médico sobre el estado general de uno, comer variadamente sin privarse de algunos gustitos, no fumar, tomar moderadamente y mover el cuerpo. ¡Ah! Y tratar de ser feliz, pero ese es otro tema.

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