Pero siete meses después, los problemas del país parecen tan enormes como cuando Temer y sus aliados del Congreso orquestaron el juicio político contra Dilma Rousseff. El Gobierno está asediado por escándalos, una legislatura inmanejable y una economía que anotaría su tercer año de recesión. “Ya tenemos una crisis de confianza tan mala como la que tuvimos con Dilma”, observó Cristovam Buarque, senador veterano de izquierda que fue atacado por sus compañeros por apoyar el juicio político contra Rousseff. “No se ven señales de que el país pueda salir de este lío”.
Temer fue vicepresidente de Rousseff y ayudó a crear ese lío, según sus detractores. Además, su Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) fue parte clave de la coalición del Partido de los Trabajadores (PT) de la ex presidenta.
El mandatario, que dice que su especialidad es el arbitraje de conflictos, no es el salvador que anhelaban muchos brasileños. “Es alguien conocido por adaptarse, no por liderar con ideas, certeza y fortaleza”, declaró Rafael Cortez, cientista político de la consultora Tendencias, en São Paulo. Pese a que el Gobierno insiste en que sacará al país del abismo, muchos brasileños se están impacientando, recordando el auge económico previo al gobierno de Rousseff. reuters