Estamos en un momento muy especial y difícil en el Paraguay. Y esto ni el Gobierno ni parte interesada de la población lo quiere reconocer.
El problema crucial no es la cúpula de la Iglesia de obispos, sacerdotes, religiosos/as y laicos de organizaciones o que frecuentan las iglesias. Y a ellos la agenda dedica varias horas de su visita. Me refiero con esto a la misa en la catedral, el almuerzo con los obispos y el acto del León Coundou.
Estamos preocupados por nuestros jóvenes, pero la respuesta no es la reunión en la Costanera. Para hacerla se debiera de haber trabajado con la juventud desde hace un año. Ya no hay tiempo para esto.
Por respeto a la Nación, y mientras el Papa sea jefe de Estado, tendrá que entrevistar al Presidente. Pero sobra el perder el tiempo con otros poderes. Entre ellos abundan otros intereses.
El problema del Paraguay está en esa mayoría de pobres y el número creciente de los que están en pobreza extrema. A ellos debe dedicar el papa Francisco sus mejores horas en esos dos días y medio que va a estar con nosotros. Indígenas, campesinos, bañadenses, víctimas de Marina Cué, pobladores del departamento de Concepción , etc.
Ellos solo tienen sus manos y su desesperación.
Manos para trabajar y no encuentran, y son millones, ni trabajo digno ni tierra para cultivarla.
Desesperación porque no ven horizonte y que se manifiesta en denuncias, emigración, manifestaciones. Desesperación llena de esperanza en un nuevo Paraguay, porque en estas circunstancias si no tuvieran esperanza en la fuerza de la Buena Noticia de Jesús y en la justicia humana de sus luchas, hace tiempo estarían en silencio.
Esta visita del papa Francisco es un regalo de Dios.