20 abr. 2024

Solnicki y “Kékszakállú”, un “salto al vacío” de la improvisación en Venecia

Venecia (Italia), 7 sep (EFE).- El argentino Gastón Solnicki dio “un salto al vacío” cuando comenzó a grabar “Kékszakállú”, una cinta sin guion, “misteriosa y sensual” que compite en Venecia para retratar a una mujer que actúa en un contexto de alienación social.

La actriz argentina Laila Maltz (i) y el director argentino Gaston Solnicki posan durante el pase gráfico de la película "Kekszkallu" en la septuagésimo tercera edición del Festival de Cine de Venecia (Italia) hoy, 7 de septiembre de 2016. EFE

La actriz argentina Laila Maltz (i) y el director argentino Gaston Solnicki posan durante el pase gráfico de la película “Kekszkallu” en la septuagésimo tercera edición del Festival de Cine de Venecia (Italia) hoy, 7 de septiembre de 2016. EFE

La película toma su nombre de la ópera que el compositor húngaro Béla Bartók realizó en 1911 a partir de la leyenda de Barbazul y es una de las apuestas más arriesgadas de la sección Horizontes del Festival de Venecia, dedicada a las nuevas vanguardias creativas.

En una entrevista con Efe, Solnicki (Buenos Aires, 1978) definió su filme como “misterioso y sensual” ya que durante su transcurso el espectador es “seducido, invitado y empujado hacia la película sin saber por qué se mantiene así”, hacia dónde se dirige.

“No es el contrato habitual en el que el espectador dice ‘Ok, este es tal, este es aquel y está pasando esto’. Nunca está del todo claro. Y no solo eso sino que no sabes si lo que estás viendo es un documental, una ficción o las dos cosas”, confesó el autor.

El resultado es una obra que muestra a diversos personajes femeninos enmarcados en un contexto burgués de “contención tóxica”, disfrutando de unas anodinas vacaciones estivales en complejos turísticos y rodeados por una suerte de atmósfera onírica.

Su protagonista, interpretada por la actriz Laila Maltz, vive sumergida en un ambiente estático, “veraneando en una estructura del encierro” y se topa ante la indecisión de qué hacer con su vida, si estudiar, buscar un trabajo o marcharse en busca de una nueva vida.

“Es una mujer que actúa, que en ese momento de incertidumbre no importa cómo se va o adónde llega, sino que actúa, se va. Esto es de hecho lo más narrativo de la película”, explicó el autor.

Como telón de fondo, el “otro extremo de la crisis económica” argentina, el que atraviesan los empresarios o los sectores tradicionalmente más acomodados y que forma parte de un contexto más amplio, “el momento sensible que atraviesa actualmente el mundo”.

En este sentido el “Kékszakállú” de Solnicki guarda también “puntos en común” con la obra de Bartók, ya que este la compuso en 1911, apenas tres años antes de que diera inicio la I Guerra Mundial, “antes de que estallara todo”, apuntó el cineasta.

La obra “no partió de ninguna intencionalidad” sino que Solnicki se dedicó a grabar sin guion junto a su equipo durante un mes en Uruguay y otro en Argentina y, con todo el material recabado, compuso esta historia a partir de lo que las grabaciones expresaban.

La idea fue, según afirmó, “tomar estos materiales, estos personajes, estas historias y organizarlas de una forma que pudieran tener una cierta trascendencia y niveles dentro del contexto del cine”.

“Fue un acto de fe, de abrirse a esa situación de espontaneidad que para mi es lo que le da sentido a seguir filmando”, apuntó.

Los actores vivieron un rodaje “muy difícil” porque “no sabían que iba a pasar”, muchos días -relata- “no pasaba nada y era muy duro pero la sensación cuando pasaba algo que era bueno y que había servido era muy estimulante”.

“Es muy difícil seguir algo si no sabes lo que va a pasar. Lo bueno de las ecuaciones es que aunque no tengas el valor de la X, eso no significa que moviéndola no puedas extraer un montón de información”, ilustró Solnicki.

“Kékszakállú” es una obra muy visual, en ocasiones laberíntica, caracterizada por la precisión de sus planos, siempre fijos, como si de pinturas dinámicas se trataran.

En ningún caso la película es una representación de la ópera de Bartók, de la que toma su música, sino que se refiere al modo de trabajar del compositor, en su modo de coleccionar materiales como insectos y canciones folclóricas para sus representaciones.

Solnicki, conocido por documentales como “Papirosen” (2011) y “Sudden” (2013) ha llegado “milagrosamente” con esta cinta “valiente” al festival veneciano, como él mismo asegura, al tiempo que expresa su satisfacción al haber sido seleccionado.

Tras su participación en este certamen acudirá con “Kékszakállú” al Festival de Cine de Torono y al de New York, este último considerado por el autor como “un máximo hito”.

Gonzalo Sánchez

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