Desde los comienzos, “la situación de Pedro en la Iglesia es la de roca sobre la que está construido un edificio”. La Iglesia entera, y nuestra propia fidelidad a la gracia, tiene como piedra angular, como fundamento firme, el amor, la obediencia y la unión con el Romano Pontífice; “en Pedro se robustece la fortaleza de todos”, enseña San León Magno.
Dios llamó a San Pablo con signos muy extraordinarios, pero el efecto que produjo en él es el mismo que ocasiona la llamada específica que Dios hace a muchos para que le sigan en medio de sus tareas seculares. A todos los cristianos llama el Señor a la santidad y al apostolado; se trata de una vocación exigente, en muchos casos heroica, pues el Señor no quiere seguidores tibios, discípulos de segunda fila. Pero a algunos, permaneciendo en sus propios quehaceres del mundo, Cristo les llama a una particular entrega para extender su reinado entre todos los hombres.
El papa Francisco, en ocasión de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, manifestó entre otras cosas que… “El testimonio del apóstol Pedro nos recuerda que nuestro verdadero refugio es la confianza en Dios: ella disipa todo temor y nos hace libres de toda esclavitud y de toda tentación mundana.
Pedro ha experimentado que la fidelidad de Dios es más grande que nuestras infidelidades y más fuerte que nuestras negaciones. Se da cuenta de que la fidelidad del Señor aparta nuestros temores y supera toda imaginación humana.
También hoy, a nosotros, Jesús nos pregunta: “¿Me amas?”. Lo hace precisamente porque conoce nuestros miedos y fatigas. Pedro nos muestra el camino: fiarse de él, que ‘sabe todo’ de nosotros, no confiando en nuestra capacidad de serle fieles a él, sino en su fidelidad inquebrantable… La fidelidad del Señor para con nosotros mantiene encendido nuestro deseo de servirle y de servir a los hermanos en la caridad…”.
(Del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y https://w2.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2014/documents/papa-francesco_20140629_omelia-pallio.html)