Hoy ha sido llevada al cielo la Virgen, Madre de Dios; Ella es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada; ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra.
Todos los privilegios de María tienen relación con su maternidad y, por tanto, con nuestra redención. María, Asunta a los Cielos, es imagen y anticipo de la Iglesia que se encuentra aún en camino hacia la patria. Desde el cielo “precede con su luz al pueblo peregrino como signo de esperanza cierta hasta que llegue el día del Señor”.
El papa Francisco, en el Ángelus del año pasado, a propósito de esta solemnidad dijo: “Hoy la Iglesia celebra una de las fiestas más importantes dedicadas a la Santísima Virgen María: la fiesta de su Asunción. Al final de su vida terrena, la Madre de Cristo subió en cuerpo y alma al cielo, es decir, a la gloria de la vida eterna, en plena comunión con Dios.
El Evangelio de hoy nos presenta a María, que, inmediatamente después de haber concebido a Jesús por obra del Espíritu Santo, va a visitar a su anciana pariente Isabel, quien también milagrosamente espera un hijo. En este encuentro lleno del Espíritu Santo, María expresa su alegría con el cántico del magníficat, porque ha tomado plena conciencia del significado de las grandes cosas que están sucediendo en su vida: a través de ella se llega al cumplimiento de toda la espera de su pueblo.
Hoy todos juntos le rezamos para que, mientras se desarrolla nuestro camino en esta tierra, ella vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos, nos despeje el camino, nos indique la meta, y nos muestre después de este exilio a Jesús, el fruto bendito de su vientre. Y decimos juntos: Oh, clemente; oh, pía; oh, dulce Virgen María”.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y https://w2.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2015/documents/papa-francesco_angelus_20150815.html)