Jesús, Dios y Hombre verdadero, ama al mundo con “corazón de hombre”, un corazón que sirve de cauce al amor infinito de Dios. Nadie nos ha amado más que Jesús, nadie nos amará más. Me amó –decía San Pablo– y se entregó por mí, y cada uno de nosotros puede repetirlo. Su corazón está lleno de amor del Padre: lleno al modo divino y al mismo tiempo humano.
El papa Francisco a propósito del evangelio de hoy dijo: “’Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt. 11,28). Cuando Jesús dice esto, tiene ante sus ojos las personas que encuentra todos los días por los caminos de Galilea: mucha gente simple, pobres, enfermos, pecadores, marginados... esta gente siempre le siguió para escuchar su palabra, ¡una palabra que daba esperanza!
¡Las palabras de Jesús dan siempre esperanza! y también para tocar aunque solo fuese el borde de su manto. Jesús mismo buscaba a estas multitudes extenuadas y dispersas como ovejas sin pastor (cf. Mt 9:35-36): así dice Él, y las buscaba para anunciarles el Reino de Dios y para sanar a muchos de ellos en el cuerpo y en el espíritu. Ahora los llama a todos a su lado: ‘Vengan a mí’, y les promete alivio y refrigerio.
A cada uno de estos hijos del Padre que está en los cielos, Jesús repite: ‘Vengan a mí, todos ustedes’. Pero también lo dice a los que poseen todo. Pero cuyo corazón está vacío. Está vacío. corazón vacío y sin Dios. También a ellos, Jesús dirige esta invitación: ‘Vengan a mí’”.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y https://www.pildorasdefe.net)