20 abr. 2024

Sobre la reunión con Cartes

Por Luis Bareiro

cartes con luis bareiro

Luis Bareiro entrevistando a Horacio Cartes. | Foto: Archivo

No pensaba escribir sobre este tema porque de alguna forma le estaría dando entidad al malicioso show montado por algunos colegas, pero creo que el público que no tiene la obligación de saber las reglas de este oficio se merece alguna explicación.

Hacer periodismo es informar y para ello necesitamos información, que es nuestra materia prima. Para conseguirla, recurrimos a las fuentes. Después de nuestra credibilidad, nuestro mayor capital son nuestras fuentes de información, públicas y privadas.

Algunas de esas fuentes no tienen inconveniente en que se les atribuya la información. Otras, sin embargo, solo están dispuestas a hablar si el periodista se compromete a mantenerlas en el anonimato. La información de una fuente anónima sirve para poner en conocimiento al periodista de un determinado caso, para orientar una investigación o para saber el contexto en el que se desarrolla una situación.

La información de fuente anónima es material en bruto. Para poder convertirla en noticia, el periodista necesita conseguir las pruebas que la sostengan.

El periodista que revela su fuente, que rompe ese vínculo de confianza, está profesionalmente muerto. Tal es la importancia de este derecho de no revelar la fuente, que posee rango constitucional.

Pero, vayamos al caso. No es normal que quien pida confidencialidad para hablar sea nada menos que el presidente de la República, pero, si se lo proponen, ningún periodista del mundo se negaría jamás a tener una conversación con semejante fuente, aunque sea bajo las reglas de la confidencialidad. Y quien diga lo contrario miente o está pichado.

Esto fue exactamente lo que pasó. Luego de rechazar todos los pedidos oficiales de entrevistas, el presidente aceptó reunirse con algunos periodistas y conversar libremente sobre su primer año de gobierno, pero bajo confidencialidad: podíamos hacer todas las preguntas que quisiéramos, y él se sentiría libre de responder con más franqueza de la que es habitual en un jefe de Estado, pero, sabiendo de antemano que no podríamos publicar la información citándolo a él.

Todos preferiríamos una entrevista pública (y si es en exclusiva, mejor), pero con un presidente emperrado en no hablar, una conversación confidencial es mejor que nada. De hecho, si de la charla hubiera surgido alguna noticia explosiva, habría estado en todos los medios en los que trabajamos los periodistas invitados, aunque ninguno podría habérsela atribuido al presidente.

Lamentablemente, no ocurrió. Cartes es tan parco en privado como en público. Lo que sacamos son opiniones personales, puntos de vista, algunas pistas sobre cómo se están tratando ciertos temas y chismes del poder. Son insumos para nuestro trabajo. Para que se conviertan en noticias, tenemos que conseguir las pruebas que la sostengan.

Eso es todo. No hay secreto alguno. No se hace una conferencia de prensa después de una reunión off de record para contar con quién nos reunimos o qué dijo. En tal caso, quien debería informar de ella es el propio presidente.

Y, por cierto, nadie se vuelve oficialista después de compartir un almuerzo con el presidente, salvo que tenga alguna obsesión con la comida. La actitud crítica de un periodista se refleja en lo que escribe, pregunta y denuncia. La prensa amiga tiene otras reglas, y no recuerdo haberlas visto aquel día.

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