Raro es el día que la prensa local no abre con el último avance policial o aparecen imágenes, nombres o testimonios inéditos que aspiran a reorientar la investigación del ataque de un comando leal al Estado Islámico (EI) en el corazón diplomático de Daca el pasado 1 de julio que causó 22 muertos, incluidos rehenes extranjeros.
El asalto a Holey Artisan Bakery-O’Kitchen abrió una brecha en el plano de la seguridad de un país de 160 millones y mayoría musulmana que desde 2013 había sufrido una ola de atentados selectivos contra pensadores laicos, minorías religiosas o activistas.
“La situación está mejorando. La amenaza se ha reducido por las acciones de la Policía y los servicios de inteligencia”, opinó a Efe el general retirado Abdur Rashid, director del Instituto de Conflicto, Ley y Estudios de Desarrollo (ICLDS)
“Los cerebros de los grupos han sido identificados. La sociedad se está levantando para hacer frente al terrorismo”, subrayó.
Más allá de la contundencia en las reacción de las autoridades, otros analistas se muestran, en cambio, mucho más escépticos ante la vorágine de acontecimientos en un contexto “muy volátil”.
La semana pasada, la fuerza policial de elite RAB y la Policía regular anunciaron en un intervalo de dos días la detención en la capital de seis y cinco presuntos yihadistas pertenecientes a comandos suicidas, que se añaden a las decenas de arrestos llevados a cabo en otros puntos del país desde la masacre de Holey.
Los bangladesíes todavía estaban asimilando dos nuevos sucesos: un intento de ataque contra una congregación religiosa masiva al norte de Dacca que fue abortado sin que causara estragos a principios de julio y una operación policial a finales de ese mes en la que nueve miembros de una célula aparentemente vinculada a la de Holey fueron abatidos en la capital.
“La Policía y el RAB trabajan de manera independiente, no comparten información. Quien obtiene primero el chivatazo se encarga de montar el operativo y luego generalmente llega el otro cuerpo al lugar”, describió a Efe bajo anonimato un alto mando policial.
“Hay una especie de competición por colgarse medallas que en teoría puede ser buena”, agregó.
Esa falta de coordinación lleva a situaciones como que tres cuerpos distintos, los dos ya mencionados y una rama de inteligencia de la Policía, manejen actualmente listas diferentes de ciudadanos desaparecidos y sospechosos de estar implicados en yihadismo.
A la espera de ver si los operativos actuales acaban mermando el músculo insurgente, el alto mando policial admitió que la estrategia antiyihadista adoptada en junio, antes del asalto al restaurante, fue equivocada.
Entonces, más de 11.000 personas fueron detenidas en una semana, entre denuncias de grupos de presión y de la oposición política de arrestos arbitrarios.
“Aquella operación no fue fructífera. Fue un golpe en la mesa que pretendía mostrar contundencia ante la ola de atentados. Hay que ser más selectivos”, dijo la fuente.
Pero si el aparato de seguridad tiene sus confusiones, igual le sucede a la opinión pública.
El alud informativo y de especulaciones ha polarizado a la población, dividida entre si otorgar o no el beneficio de la duda a dos rehenes liberados tras el asalto al restaurante que permanecen bajo custodia desde entonces, mientras se analiza si tienen vínculo con el comando atacante como parecen sugerir algunas fotos publicadas.
La rumorología es especialmente intensa con el detenido Hasnat Karim, quien para mayor suspicacia fue profesor en una universidad puntera capitalina en la que estudiaron en el mismo periodo cinco yihadistas de diferentes células abatidos en el último mes, aunque el día del asalto estaba con su familia en el restaurante.
Y mientras los titulares se solapan unos a otros, el rastro de muchos de los detenidos se diluye entre anuncios a veces contradictorios de unas autoridades que niegan un papel mayor al de mera inspiración a organizaciones como Estado Islámico, pese a haber reivindicado muchos de los ataques del último año.
“EI y Al Qaeda están difundiendo mucha propaganda y hay mucha gente que se motiva por su propia cuenta”, valoró a Efe el inspector general de la Policía, AKM Shahidul Hoque.
Igor G. Barbero