Lo ansiado, lo real, es que seamos felices durante ”nuestro” tiempo. Grande o pequeño. Cuanto más mejor. Pero convencidos de que eso va a tener un límite.
Y lo verdaderamente importante es caer en la cuenta de que no es fácil vivir feliz. Necesitamos condiciones físicas, económicas, humanas, laborales, familiares, políticas, etc., que si se dan, nos ayudan a ser felices. Si no existen, no lo seremos.
Por eso el título de este artículo. Hemos de aprender a ser felices durante el que sea nuestro tiempo, pero en medio de la incertidumbre de poder ser felices, que aumentará a medida que sepamos luchar por disminuir los impedimentos.
¿Qué clases de impedimentos?
Ni todos son espirituales ni todos son materiales. Y la gran injusticia del mundo presente es que se acumulen los dos por razones económicas en los más empobrecidos del mundo.
Curiosamente la ausencia absoluta de impedimentos, la “vida fácil” de los superricos no necesariamente da la mayor felicidad.
Puede crearse como un aburrimiento de vida que lleve al suicidio. Suecia, uno de los países más desarrollados, es un infeliz ejemplo de esto.
Pero tampoco la acumulación de impedimentos y de falta de respuestas a las necesidades más esenciales, quita la felicidad. En estas circunstancias es más difícil tenerla, pero la tendencia innata hacia la felicidad, hace que la encontremos de un modo maravilloso en seres humanos que tienen poco, pero que “saben” vivir. En que consista este “saber” no me lo pregunten a mí. Son ellos los doctores en dar la respuesta.