Una de las paradojas más inexplicables de la política paraguaya es el Tribunal Superior de Justicia Electoral. A la par de organizar elecciones creíbles, con resultados rápidos y muy pocas protestas, es una institución medio escandalosa. Es un misterio. ¿Cómo pueden ser tan eficaces y, a la vez, ser un antro de planilleros, nepotismo, viajes de placer, viáticos inventados y secretarias de curvas tan sorprendentes como sus ascensos salariales?
Si este raro fenómeno ocurre es solo porque todavía allí queda un grupo de técnicos capaces, que son los que han construido la estructura organizativa que llegó a ese nivel de eficiencia. Pero cada vez son menos; son casi indistinguibles del ejército de cerca de 7.000 funcionarios que no tienen gran cosa que hacer.
Ese precario equilibrio entre eficacia electoral y corrupción institucional no puede durar para siempre. El día que una de las pocas cosas que supimos hacer bien –organizar elecciones– deje de funcionar, será el fin de la frágil democracia paraguaya. Pues bien, en esa institución parecen empeñados en que eso suceda.
El asesor técnico Carlos María Ljubetic presentó su renuncia, luego de un enfrentamiento con la ministra María E. Wapenka. Ljubetic es un reconocido experto en temas electorales que tenía una experiencia de dos décadas en la institución. Su competencia en procesos electorales hizo que fuera contratado como consultor en varios países latinoamericanos. Buena parte de la credibilidad de los resultados de las últimas elecciones se debe a las tareas del equipo liderado por el hoy renunciante.
De modo que incluso quienes discrepaban con sus opiniones sobre las listas sábana o la reelección presidencial reconocen que se trata de una pérdida sensible para nuestro instituto electoral. Pero eso no es lo más deprimente. La que se queda –y bien aferrada al cargo– es la doctora Wapenka.
En el corto tiempo que lleva como ministra, la misma pasó de ser una casi desconocida jueza electoral de Itapúa a encabezar el competitivo ránking de los funcionarios electorales que se convierten en noticia a raíz de los escándalos que generan.
A Wapenka la están investigando –es un decir– por acciones que merecerían su alejamiento hasta que demuestre que son falsedades. No solo debe explicar su turbia historia del cobro de viáticos en el interior del país mientras estaba en el extranjero, sino que la denuncian por tener a dos empleadas domésticas con sueldos de la Justicia Electoral que, además, viajaban, daban cursos de capacitación y, por supuesto, cobraban viáticos. Heroínas del trabajo, hasta tenían tiempo de mantener limpia la casa de la ministra. Sus sueldos eran excelentes, aunque hay quien dude de que les llegaran completos.
Así se derriten las instituciones en este país cretinamente generoso. Se va el que debería quedarse. Se queda la que debería irse.