19 mar. 2024

Se acogió a los beneficios de la destitución

Alfredo Boccia Paz – galiboc@tigo.com.py

Hace unos meses comenté el video de un profesor francés llamado Alain Donnat –accesible en YouTube con ese nombre– que, en su último día de clase recibió un homenaje emocionante de toda la comunidad educativa. Era el reconocimiento a quien había entregado lo mejor de sí a la institución y sus alumnos. Ya en la universidad, me tocó participar de la despedida al profesor Luis Alberto Reyes, el querido y respetado decano de la Facultad de Medicina que, aunque anciano y enfermo, pudo sentir en vida el aprecio de sus colegas y estudiantes.

Nada de eso le sucedió a José Antonio Galeano. Este pidió su jubilación como docente de la Universidad Católica y el rector de la misma, Narciso Velázquez, aprovechó para destituirlo del cargo de decano de la Facultad de Filosofía. Son múltiples los juristas que afirman que la interpretación del rector es retorcida, pues el derecho accedido no es vinculante con la figura de decano.

Conozco a José Antonio desde los años en que ambos éramos jóvenes profesores del Colegio San José. Su cultura era extensa y su bonhomía mayor. Su recorrido por los caminos de la docencia, de la música, de la historia, de la gestión cultural y de la investigación artística dibujaron siempre la silueta de un idealista. Un tipo digno, que nunca estuvo metido en cosas raras y con quien siempre se podía contar para las buenas causas. La sociedad valoró sus aportes y por eso, cuando se candidató, la gente lo votó y fue concejal de Asunción. José Antonio transitó con transparencia una época en la que la campeaban la inmoralidad y el oportunismo.

Me alegré cuando lo eligieron decano a él y vicedecana a Elisa Bordón. Ambos eran un lujo para una universidad venida a menos. Quizás se imaginaron una despedida cálida en 2019, como culminación de una carrera que abrazaron con pasión. Pero no, se encontraron con la sorpresa de que estaban despedidos por decisión unilateral de Narciso Velázquez. La discusión jurídica es casi irrelevante. Lo que queda claro es que deseaban desprenderse de José Antonio. Podrían haberlo hecho de otro modo, pero prefirieron una vía rastrera y mezquina. Hacerlo con elegancia requiere una cierta formación intelectual, algo que no abunda en ciertos claustros. Apelaron a un muy discutible vericueto legal para sacarlo por la puerta del fondo.

Dice el rector que está muy contento con el trabajo del decano Galeano, pero lo echa. Cuando no te dicen con claridad por qué destituyen a alguien es porque los motivos son vergonzosos o inconfesables. Eso lleva a especulaciones. La Universidad Católica está manejada por ultraderechistas. José Antonio está lejos de ser de izquierda, pero es pluralista. ¿Será posible que en una Facultad de Filosofía se llegue a estos miserables niveles de censura y mediocridad? Parece que sí. Queda el consuelo de la sana rebelión que iniciaron todos los estamentos de la facultad. No es lo ideal, pero esa también es una manera de reconocer los méritos del destituido.

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