Poco antes de las 21.00 y bajo un cielo cubierto de nubes grises una cuenta regresiva anunciaba la presencia en el escenario de Sanz, quien acompañado por su banda abrió el espectáculo con El silencio de los cuervos, cobijado por un escenario en el que destacaba una figura geométrica móvil y luminosa que recordaba a un montaje utilizado por Pink Floyd en sus conciertos.
“Hola, Paraguay... En realidad hace fresquito, pero con el calor de ustedes no se siente...”, saludó Sanz e inmediatamente pidió recordar “a los hermanos ecuatorianos que la están pasando mal”. Los miles de fans reunidos para disfrutar de su espectáculo no quedaron defraudados porque Sanz se prodigó en complacerlos con sus nuevas canciones así como las clásicas que ilustran su ya larga trayectoria de casi 30 años, y que son infaltables en cada una de sus presentaciones.
Sonaron Desde cuando, Quisiera ser, No me compares, La música no se toca, y llegó entonces el primer popurrí de la noche con Amiga mía, Mi soledad y la balada Y ¿Si fuera ella?
Las emociones ya estaban a flor de piel cuando Sol Pérez –vocalista de la banda nacional Dalí, encargada de abrir el show– fue invitada a interpretar a dúo uno de los himnos de Sanz, Corazón partio, que fue coreada de principio a fin. Labana, Camino de rosas, Un zombie a la intemperie, Paradise, No es lo mismo, Lo ves, y A que no me dejas siguieron a continuación para el deleite de los presentes, que todavía esperaban más. Capitán tapón y el último popurrí, con Viviendo deprisa y Pisando fuerte, dieron cierre a la cita con Sanz que promete repetirse en el futuro.