Este mundo regido por la visión hegemónica de la ciencia, por siglos arrumbó al arte al sitio de las actividades humanas dedicadas a la apariencia, alejadas de la verdad. Esto es así desde los tiempos de Parménides y, en especial, de Platón. La clave para llegar a la verdad la tiene la episteme, es decir, nuestra racionalidad bajo un riguroso método; el arte era antitético a este modo de conocer, pues su campo de acción es puramente estético. Gadamer llama concepción esteticista del arte a esta idea.
Sin embargo, desde el siglo XX se ha venido reivindicando al arte como lugar de la verdad bajo teorías de Heidegger y Gadamer, con la innegable influencia de Nietzsche. Por supuesto que la verdad de la que hablan ellos es de otro talante, no la que predica la ontoteología platónica a la cual se aferra la ciencia. Esta teoría, que pone al arte como un ámbito privilegiado para acceder a la verdad del ser, goza de muy buena salud y es claramente antagónica a la concepción esteticista del arte.
La secularización de nuestra cultura, es decir, la pérdida de presencia de lo sagrado en nuestras vidas, se ha visto acelerada desde la ascensión de la ciencia empujada por Galileo, Bacon y Descartes. Sin embargo, el hombre necesita satisfacer su espíritu, y como la religión va perdiendo terreno, entonces el arte acude en su ayuda como lugar para abrevar la verdad. La concepción del arte, que es alimentada por la teoría de Heidegger y Gadamer, ayuda al arte a reivindicarse como actividad humana importante.
El filósofo Jean-Marie Schaeffer ve que tal línea teórica hipostasia al arte, es decir, la idealiza a tal punto que va disputando a la religión como consuelo espiritual. La secularización nos aleja de los templos religiosos, pero nos acerca a otros templos como los museos y anfiteatros.
Semana Santa, tiempo que antaño era indiscutiblemente sagrado, ahora es día de descanso, de turismo y diversión para muchos. Se dan fenómenos interesantísimos donde la religiosidad popular debe compartir terreno con el arte, como una especie de estrategia de supervivencia. Tal es el caso de Tañarandy y otros encuentros masivos donde el arte se confunde con lo religioso.
Esta secularización de la que habla Schaeffer es un fenómeno bien constatado e indiscutible. Que el arte dispute o comparta con la religión la sacralidad sí que puede ser discutido. Sin embargo, de todo esto es aún más interesante la idea de que el hombre necesita algo más que la respuesta que le da la ciencia, que tiene un aspecto al que llamamos espiritualidad y que necesita ser alimentado.
La Semana Santa trae tiempo libre para reflexionar. Les acabo de dar más de un tema para hacerlo.