24 abr. 2024

Santa Teresa de Jesús

Hoy meditamos el evangelio según san Lucas 11,29-32. Asimismo la memoria de Santa Teresa.

Santa Teresa nos ha dejado constancia de cómo con la oración salen adelante los “imposibles”, aquello que humanamente parecía insuperable, y que el Señor a veces nos pide.

Más de una vez a lo largo de su vida escuchó estas palabras del Señor: ¿Qué temes? Y aquella mujer mayor, enferma, cansada, recibía ánimos para sus empresas y volvía a la brecha superando todos los obstáculos.

Es en la oración donde sacamos fuerzas para ir adelante, para llevar a cabo lo que el Señor nos pide. Y esto se cumple igualmente en la vida del sacerdote, de la madre de familia, de la religiosa, del estudiante... Por eso es grande el empeño del demonio en que dejemos nuestra oración diaria, o en que la hagamos de cualquier manera, mal, pues “sabe el traidor que tiene perdida al alma que persevere en la oración y que todas las caídas que pueda tener la ayuda después, por la bondad de Dios, a dar un salto mayor en su servicio al Señor: algo le va en ello”.

Las almas que han estado cerca de Dios siempre nos han hablado de la importancia capital de la oración en la vida cristiana. “No nos extrañe, pues –enseñaba el Santo Cura de Ars–, que el demonio haga todo lo posible para movernos a dejar la oración o a practicarla mal”.

El papa Francisco a propósito del evangelio de hoy dijo: “Jesús habla de una ‘generación perversa’. Su palabra es muy dura. Pero no se refiere a las personas que lo seguían con mucho amor, sino a los doctores de la ley que trataban de probarlo y hacerlo caer en una trampa. Estas personas, por cierto, le pedían signos y Jesús les responde que solo se les dará la señal de Jonás.

Existe, sin embargo, el síndrome de Jonás. El Señor le pidió que fuera a Nínive, y él huye a España. Jonás se dijo, “tenía las cosas claras: la doctrina es esta, se debe hacer esto, y los pecadores que se las arreglen, yo me voy”.

Los que viven de acuerdo con este síndrome de Jonás, Jesús los llama hipócritas, porque ellos no quieren la salvación de la pobre gente, de los ignorantes y pecadores.

El signo que Jesús promete por su perdón, a través de su muerte y su resurrección, es su misericordia: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’…”.

(Frases extractadas de http://homiletica.org y https://www.pildorasdefe.net)