19 abr. 2024

Sandra Cisneros afronta su don literario como un llamado a servir al prójimo

Denver (EE.UU.), 14 oct (EFE).- La escritora estadounidense de origen mexicano Sandra Cisneros asegura que, debido a su timidez, “nunca” hubiera escogido dedicarse al arte, pero que afronta este “don” como un llamado a servir a los demás.

La escritora, Sandra Cisneros, nacida en Chicago, Illinois. EFE/Archivo

La escritora, Sandra Cisneros, nacida en Chicago, Illinois. EFE/Archivo

“Nunca hubiera elegido esta vida que me tocó, pero tengo un don y quiero usarlo para defender al pueblo y estar a su servicio”, dijo en entrevista con Efe la autora de “La casa en Mango Street”.

Para Cisneros, que en septiembre pasado recibió, de manos del mandatario estadounidense, Barack Obama, la Medalla Presidencial de las Artes, esta misión “espiritual” la lleva a cabo a pesar de haber sido siempre “muy miedosa, tímida e introvertida”.

Buen ejemplo de este compromiso lo dio cuando recibió este reconocimiento, que admitió inicialmente le resultó incómodo.

“Me preguntaba cómo iba a aceptar ese premio de un presidente que echó fuera (deportó) a más de tres millones de indocumentados”, dijo.

Después de intensa reflexión, Cisneros decidió asistir a la ceremonia de premiación, donde le emocionó presenciar el reconocimiento de tantos artistas de color, en referencia a Rudolfo Anaya, uno de los fundadores de la literatura chicana, el músico texano Santiago Jiménez Jr. o el actor Morgan Freeman, entre otros.

Cisneros asistió a la ceremonia vestida de tehuana, el atuendo de mujeres del estado mexicano de Oaxaca, con un collar del que colgaban fotos de sus padres y una medalla de la Virgen de Guadalupe, para que no quedara duda de a quienes representaba.

“A mi papá inmigrante, mi mamá ama de casa, los indocumentados, los ‘dreamers’ (inmigrantes indocumentados que llegaron a EE.UU. como niños), los que trabajan en el campo, los que tienen que subirse en bici porque les niegan el permiso de conducir, a esos fui a representar”, dijo.

“Hay que preguntarse a diario cómo podemos honrar a nuestros antepasados”, añadió. “Así es como se puede, de verdad, honrar nuestra herencia”.

Ese legado cultural que, según Cisneros, abarca esto y mucho más que un periodo de tiempo concreto, en referencia a la celebración anual en EE.UU. del Mes de la Herencia Hispana del 15 de septiembre al 15 de octubre.

“Siempre me he sentido un poco inquieta con ese mes”, expresó. “Es como si nos dieran un par de zapatos que no nos queda, pero como andamos descalzos tenemos que aceptarlo”.

“Yo lo veo como una manera de meter el ‘huarache’ (zapatos tradicionales mexicanos) en la cultura estadounidense”, dijo, pero estima que la celebración actual sufre de miopía y empobrece la cultura.

“Me subí a un avión hace poquito y vi estos carteles con Mes de la Herencia Hispana”, relató. “Por pura curiosidad me asomé a ver qué tenían: casas que parecen una aldea de un país de no sé dónde y unas caras que nadie reconoce. No educa, no dice nada”.

Según Cisneros, la celebración debe educar al pueblo e invitar a la reflexión.

“En esta etapa de xenofobia, mexifobia, latinofobia, deben poner algo fuerte”, dijo en referencia a la controvertida campaña electoral en EE.UU., “como la cita de César Chávez que dice: ‘un hombre verdadero es el que defiende al débil’”.

Los carteles podrían incluir poesía de Federico García Lorca, Pablo Neruda o Luis Palés Matos, sugirió. “Algo que eduque, que te cambie la vida”.

Cisneros creció en Chicago (EE.UU.) entre dos idiomas y mundos. Aunque hablaba español con la familia, su educación formal la recibió en inglés.

Sin embargo, la herencia lingüística del español siempre ha estado presente en su obra.

El español estaba sumergido bajo su inglés como una capa arqueológica que se manifestaba, sin proponérselo, en la sintaxis que usaba al escribir.

Cisneros ofrece como ejemplo el español mexicano, con su uso frecuente del diminutivo por herencia de las lenguas indígenas, y la estructura particular del idioma que se refleja en su inglés literario.

“La escritura ha sido mi hogar”, dijo, “es mi esposo, mi pareja, mi amor, quizás porque ha sido el único constante en una vida de vagabunda”.

Cuenta que desde niña encontró en la escritura un refugio muy privado, al vivir en una casa pequeña rodeada del ruido de hermanos varones.

Otro refugio era visitar a sus abuelos en México, en el cerro de Tepeyac, donde se encuentra la Basílica de Guadalupe.

“Jugábamos allí como si fuera nuestro jardín, sin darnos cuenta del significado de ese sitio”, relató la autora, que se describió como más espiritual que católica, pues más que fervor religioso lo considera una llamada a obrar bien y servir al prójimo.

Lydia Gil

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