Probablemente muchos paraguayos y paraguayas no lo conocen físicamente, por encontrarse ubicado en el Chaco aún tan desolado y distante.
El Cerro León, enclavado dentro del Parque Nacional Defensores del Chaco, Alto Paraguay, es –junto al también legendario cerro Chovoreca– uno de los pocos macizos elevados en toda la vasta y llana región chaqueña, con unos 40 kilómetros de diámetro y con alturas que llegan hasta los 600 metros sobre el nivel del mar.
Para el pueblo originario Ayoreo, que aún mantiene a uno de los últimos grupos silvícolas sin contacto con la civilización, el Cerro León es además un santuario ecológico, un espacio físico y espiritual que lo une a una rica historia cultural y ambiental, en donde la naturaleza es reverenciada como madre suprema, a quien cuidar y proteger.
Fue por eso que, cuando salió a luz un proyecto gubernamental que busca extraer piedras del Cerro León, para utilizarlas como materia prima para construir las siempre reclamadas carreteras asfaltadas en el Chaco, cundió la alarma.
Hay demasiadas tristes experiencias con nuestros cerros convertidos en canteras. Los memoriosos recuerdan que en el barrio Tacumbú de Asunción alguna vez hubo un verde promontorio recortado junto a la silueta de la ciudad, pero la voracidad constructora lo convirtió en un enorme cráter lunar. El otrora bello cerro de Ñemby pudo ser salvado a medias por la solidaridad ciudadana, y hoy queda como un pétreo muñón que clama al horizonte su dolor ecológico.
En esa desesperación por evitar que su santuario sea destruido, las comunidades originarias reunidas en la Asociación Garaigosode del pueblo Ayoreo, recurrieron el último día del 2014 ante la Justicia, presentando un recurso de amparo para evitar la depredación del cerro. Afortunadamente –porque estas cosas ocurren poco en la Justicia paraguaya– el juez Rubén Riquelme concedió el amparo y ordenó detener toda acción depredadora contra el cerro.
Pero ahora –¡oh sorpresa!–, justamente la Secretaría del Ambiente (Seam), la que se supone debería velar por los pocos recursos naturales que aún nos quedan en el país, es la que a su vez recurre a la Justicia, pidiendo que se revoque el amparo, para que se pueda llevar adelante el plan de extracción de piedras.
Es cierto, el desarrollo del Chaco necesita rutas asfaltadas. Pero, ese desarrollo, ¿no se podría hacer sin destruir uno de los últimos santuarios ecológicos de la región? Debería haber inteligencia y capacidad para sacar materiales de otros sitios menos vulnerables.
Hay una foto aérea imponente del Cerro León, obtenida por el astronauta Chris Hadfield, de la Estación Espacial Internacional, quien la publicó en Twitter con la siguiente leyenda: “No sé cómo se verá este afloramiento en la tierra, pero desde órbita es un cerebro”. Nada más exacto. El cerro tiene cerebro propio. Quienes deben cuidarlo y protegerlo, aparentemente no.
Sumemos nuestra voz solidaria a las de nuestros hermanos ayoreos. Salvemos al Cerro León.