Ningún país civilizado permite la esclavitud hoy día. Sin embargo, la esclavitud persiste aún en forma encubierta e ilegal.
Ya no se trata de tener un título de propiedad sobre una persona para comprarla o venderla a voluntad, ni de registrarla en un libro de contabilidad, como una cosa más.
Ahora los mecanismos se han vuelto más sutiles: lo que sigue igual es la relación de dependencia, más o menos abusiva, en que una persona mantiene a otra.
En muchos casos, se promete trabajo legal en el extranjero.
Cuando el hombre o la mujer (en muchos casos menores de edad) llega al país, se encuentra con que le han engañado, porque no tiene visa, está en forma ilegal y no puede reclamar nada. Eso le obliga a hacer lo que le ordenan: puede ser un trabajo agotador con una paga miserable; puede ser participar en actividades ilícitas. Eso último es lo que le pasó a la paraguaya Rosalía Villalba, que la Fiscalía consideró desaparecida.
Inesperadamente, Rosalía apareció en China y condenada a muerte por haber ingresado al país con una carga de cocaína.
¿Hubiera tenido posibilidades de negarse a viajar con la carga? Difícilmente.
Los narcotraficantes la amenazaron y ella tenía motivos para creer que, si se negaba a participar, su vida corría peligro.
Las amenazas de ese grupo criminal deben tomarse en serio.
En China, el narcotráfico se castiga con la pena de muerte.
Me parece una pena excesiva, pero debemos tomar en cuenta la historia de ese país. Con las infames Guerras del Opio (1840-1860), Inglaterra y otros países occidentales obligaron a China a importar el opio producido por ellos, en nombre de los principios más sagrados: Dios y la libertad de comercio eran sinónimos para los narcos de entonces.
Con eso causaron la muerte de millones de personas, y no fue la única tropelía colonial.
Por eso, cuando ese y otros países asiáticos recuperaron su independencia, decidieron combatir la droga como una peste.
China no es el único país asiático que impone la pena de muerte a los traficantes de drogas. A ninguno de ellos le gusta que, como una imposición extranjera, se le ordene qué debe hacer en sus tribunales.
Por otro lado, dentro de lo permitido por las relaciones internacionales, Paraguay puede pedir a los tribunales chinos la conmutación de la pena de muerte por la de prisión, como señaló un destacado jurista paraguayo. Esto no es injerencia en un sistema legal extranjero; es señalar que Rosalía no actuó con libertad, sino que fue coaccionada a violar la ley; una circunstancia atenuante que deben considerar los jueces.
Será un acto de magnanimidad muy apreciado en el Paraguay y en la comunidad internacional.
En las gestiones para asistir a nuestra compatriota, se ha destacado el Consulado argentino en Beijing por su eficiencia y humanidad.
Esa representación obvió el inconveniente de que Paraguay no tenga relaciones diplomáticas con China.
También se ha destacado la fiscala Teresa Martínez, gran defensora de las personas abusadas.
Si la Cancillería paraguaya hace algo ahora, las gestiones podrán tener éxito.