Era cerca de la medianoche cuando me despertó una música estruendosa. Pensaba que iba a oírla toda la noche cuando disminuyó su intensidad. ¿Qué pasó? Que los vecinos más cercanos del local ruidoso llamaron a las autoridades, que al fin llegaron y le obligaron a bajar los decibeles. Eso me alivió una parte de la molestia, porque me costó mucho volver a dormir, y al día siguiente me sentía como un zombi.
Cambiando los nombres y las circunstancias, lo que cuento es una historia repetida centenares y miles de veces en la ciudad. Existen leyes contra la polución sonora (ruidos molestos), pero no se cumplen. Quien quiere molestar a los vecinos los molesta con toda tranquilidad.
En el caso contado, la molestia provenía de la discoteca Richards, situada en la calle Choferes del Chaco 733, casi Pacheco (Asunción).
Richards es el fénix de la polución sonora. El ave fénix, según la leyenda, muere quemada y luego renace de sus cenizas. Richards se ha cerrado varias veces desde mayo de 2011, cuando la Municipalidad de Asunción dispuso el cierre, y ha sobrevivido a todas las sanciones municipales y judiciales.
Su propietario, René Moller, pareciera guiarse por la opinión de su compatriota, el Bello Cónsul, un alemán muy conocido en el Paraguay del ochenta: “Con dinero, yo hago bailar desnudos a varios ministros paraguayos sobre una mesa”.
Por cierto, un juez decidió mandar preso al señor Moller por desacato. Pero la prisión se convirtió en domiciliaria, y ello ha permitido la reanudación de los bullangueros encuentros de amigos y las quejas del barrio.
El principal afectado es el vecino de al lado, el señor Heriberto Ramón Solís, quien debe levantarse a las cuatro de la mañana para comenzar a trabajar como chofer. Varios inquilinos de departamentos del lugar se han mudado; el señor Solís no puede hacerlo, porque vive en su casa y no tiene recursos para comprarse otra.
Según me dijeron, Moller está protegido por personas influyentes en las altas esferas y es mejor no meterse con él. En tal caso, resulta aún más admirable el valor de Solís, quien defiende sus derechos con firmeza, y sin mayor solidaridad de parte de vecinos atemorizados.
No sé cómo él ha podido soportar, por más de tres años, una situación irritante para mí, que vivo a más de cien metros de la discoteca.
Dejar a una persona sin dormir es una técnica de tortura muy eficaz y que no deja marcas físicas. Aunque no tengan intención de torturar a Solís quienes lo mantienen en vela y dejan un reguero de botellas vacías en la calle Choferes, que utilizan como baño, le hacen mucho daño; simplemente, le arruinan la vida.
En el origen de muchas desgracias están la falta de consideración al prójimo y el desacato a la ley.
Sin el propósito de matar a nadie, una señora atropelló un semáforo en rojo, en Choferes y corta distancia de la discoteca. Ese tipo de irresponsabilidades es el que nos dificulta, e incluso llega a quitarnos la vida.
Si no se lo impide en los casos menores, aquí y ahora, no se lo impedirá en los mayores.
Por respeto a sí mismas, las autoridades deben cerrar del todo, y no a medias, ese molesto local.