16 abr. 2024

Resucitó de entre los muertos

Hoy meditamos el evangelio según San Juan 20, 1-9. Ayer de noche, mientras participábamos –si nos fue posible– en la liturgia de la Vigilia pascual, vimos cómo al principio reinaba en el templo una oscuridad total, imagen de las tinieblas en las que se debate la humanidad sin Cristo, sin la revelación de Dios.

En un instante el celebrante proclamó la conmovedora y feliz noticia: La luz de Cristo, que resucita glorioso, disipa las tinieblas del corazón y del espíritu. Y de la luz del cirio pascual, que simboliza a Cristo, todos los fieles recibieron la luz: el templo quedó iluminado con la luz del cirio pascual y de todos los fieles.

Es la luz que la Iglesia derrama sobre toda la tierra sumida en tinieblas.

La Resurrección de Cristo es una fuerte llamada al apostolado: ser luz y llevar la luz a otros. Para eso hemos de estar unidos a Cristo. Se cuenta que Santo Tomás de Aquino, cada año en esta fiesta, aconsejaba a sus oyentes que no dejaran de felicitar a la Virgen por la Resurrección de su Hijo. Es lo que hacemos nosotros, comenzando hoy a rezar el Regina Coeli, que ocupará el lugar del Angelus durante el tiempo Pascual: Alégrate, Reina del cielo, ¡aleluya!, porque Aquel a quien mereciste llevar dentro de ti ha resucitado, según predijo...

Y le pedimos que nosotros resucitemos en íntima unión con Jesucristo. Hagamos el propósito de vivir este tiempo pascual muy cerca de Santa María.

“El recorrido del cristiano se realiza en la Resurrección. Lo afirmó el papa Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la Casa de Santa Marta. Al comentar las palabras de San Pablo en la Primera Carta a los Corintios, el Pontífice subrayó que los cristianos parecen tener dificultades para creer en la transformación del propio cuerpo después de la muerte.

El Santo Padre centró su homilía en la primera lectura en la que San Pablo realiza una “corrección difícil”, “la de la Resurrección”. El Apóstol se dirige a la comunidad de los cristianos de Corinto, quienes creían que “Cristo ha resucitado” y “nos ayuda desde el Cielo”, pero no era claro para ellos que “también nosotros resucitaremos”.

“Ellos –dijo Francisco– pensaban de otro modo: sí, los muertos son justificados, no irán al infierno –¡muy lindo!– pero irán un poco en el cosmos, en el aire, allí, el alma delante de Dios, solo el alma”. Esta “tentación de no creer en la Resurrección de los muertos –prosiguió diciendo el Papa– nació en los primeros días de la Iglesia.

Y cuando Pablo tuvo que hablar de esto a los Tesalonicenses, “al final, para consolarlos, para animarlos, dice una de las frases más llenas de esperanza del Nuevo Testamento:

‘Al final, estaremos con Él’”. Así es la identidad cristiana: “Estar con el Señor. Así, con nuestro cuerpo y con nuestra alma”. Nosotros –añadió– “resucitaremos para estar con el Señor, y la Resurrección comienza aquí, como discípulos, si nosotros estamos con el Señor, si nosotros caminamos con el Señor”. Este –reafirmó– “es el camino hacia la Resurrección. Y si nosotros estamos acostumbrados a estar con el Señor, este miedo de la transformación de nuestro cuerpo se aleja”.

La Resurrección –dijo también el Papa– “será como un despertar”. Y agregó que la identidad cristiana no termina con un triunfo temporal, no termina con una bella misión”, sino que se cumple “con la Resurrección de nuestros cuerpos, con nuestra Resurrección”:

“Allí está el fin, para saciarnos de la imagen del Señor. La identidad cristiana es un camino, es un camino donde se está con el Señor; como aquellos dos discípulos que ‘estuvieron con el Señor’ toda aquella tarde, también toda nuestra vida está llamada a estar con el Señor pero –al final, después de la voz del Arcángel, después del sonido de la trompeta– permanecer, estar con el Señor”.

(Del libro y http://es.radiovaticana.va)

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