EFE
Este conjunto de cráneos, huesos y algún esqueleto completo, principalmente de Perú, Ecuador, Bolivia, Chile, Colombia y Venezuela, pertenecen a la colección de más de 8.000 restos humanos que acumuló durante sus viajes por medio mundo Felix Von Luschan (1854-1924).
La iniciativa actual, a cargo de la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano (SPK), pretende subsanar con avances tecnológicos la pérdida de la información que acompañaba a los restos, destruida durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
“Vamos a tener muchas lagunas”, reconoce el antropólogo e investigador del Museo de Prehistoria e Historia Antigua de Berlín, Martin Heeb, entidad perteneciente a la SPK y a cargo del proyecto.
Durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial se destruyó toda la documentación relacionada con la colección de restos humanos, lo que volvió casi imposible la reconstrucción de su origen.
“La información que podemos recoger por ahora es limitada, pero apuntamos a conocer de dónde vienen, por qué están en Berlín, y preguntarnos si debemos quedarnos con ellos”, expresa el responsable del proyecto.
Heeb apunta que la mayor parte de los restos provenientes de América pertenecen a hallazgos arqueológicos realizados por expedicionarios alemanes entre el siglo XIX y XX.
El 40% de los restos provenientes de América Latina son de Perú, aunque la mayoría de la colección consta de piezas originarias de otros países como Togo, Camerún, Ruanda, Tanzania, Australia, Nueva Zelanda China, Alemania y Francia.
Los restos pertenecían originalmente a la colección del explorador alemán Félix Von Luschan, conocido por sus estudios sobre diferenciales raciales a comienzos del siglo XX, cuando Alemania era un imperio con colonias en África y Asia.
Luego fueron adquiridos por el Museo Etnológico y pasaron brevemente por la Universidad de Berlín, para finalizar en el hospital universitario de la Charité, que solicitó ayuda a la SPK para avanzar en la limpieza y ordenamiento de las piezas.
La custodia de los restos es un tema sensible que ya ha tenido importantes repercusiones políticas en el pasado, como en el caso de la repatriación a Namibia en 2011 de cráneos pertenecientes a miembros de las tribus herero y nama, cuyo genocidio fue perpetrado por los alemanes entre 1904 y 1907, durante la guerra en la entonces Africa Sud-Occidental.
Namibia logró la repatriación de los restos que estaban en custodia de la Charité, pero al mismo tiempo exigió una reparación económica por la matanza, que Alemania no ha concedido aún pese a haber pedido disculpas por las matanzas.
En 2012, esa institución también transfirió a Paraguay en una ceremonia oficial el cráneo de una niña de la tribu aché, que había sido mantenida en cautiverio en Argentina y a cuya muerte su esqueleto fue separado de la cabeza, que fue enviada desde la ciudad argentina de La Plata a Berlín en 1908 a fin de realizar estudios etnológicos.
La colección consta de cráneos, piezas óseas y unos pocos esqueletos completos, que serán analizados a través de técnicas de carbono e isótopos para determinar, además de su origen, datos vinculados con la nutrición y las enfermedades de sus épocas respectivas.
Sin embargo, el aspecto más controvertido sigue siendo la finalidad para la que fueron utilizados los restos humanos, lo que despierta la susceptibilidad tanto de los gobiernos involucrados como de los responsables del proyecto.
“Los gobiernos están en su derecho de reclamar los restos pero no pueden presionar tanto”, afirma Heeb.
“No queremos dárselos a la gente equivocada y que hagan política con eso”, agrega.