Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco eran Madres de Plaza de Mayo, la organización de mujeres que se unieron para reclamar por sus hijos desaparecidos por el régimen de facto y de cuya fundación se cumplen 40 años el próximo domingo.
Ambas, junto a Azucena Villaflor De Vincenti, una de las catorce fundadoras de la organización, integraban además un grupo que se reunía en la iglesia de la Santa Cruz, en el barrio capitalino de San Cristóbal, y que preparaba la publicación de un anuncio para reclamar por los desaparecidos.
Doce de los integrantes del grupo fueron secuestrados entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977 y sus familiares y amigos los recordaron hoy en el “solar de la memoria” contiguo al templo, en coincidencia con los 40 años de las Madres de Plaza de Mayo.
“El 30 de abril de 1977 por primera vez un grupo de catorce mujeres se juntaron en la Plaza de Mayo y hoy hacemos un recordatorio de aquella primera ronda”, dijo a Efe Cecilia De Vincenti, hija de Azucena Villafor.
“Soy una agradecida de cómo en aquel momento, donde estaba la dictadura, a mi mamá se le haya ocurrido ir a la Plaza de Mayo y hubo otras mujeres que también fueron con ella. Y agradezco a las Madres, que después de su desaparición, tuvieron la fuerza para seguir yendo a la plaza hasta el día de hoy”, añadió.
En el homenaje, organizado por el kirchnerista Instituto Patria, se colocaron rosas sobre las placas que recuerdan a las víctimas, se leyeron poesías dedicadas a las Madres -del uruguayo Eduardo Galeano y el español Antonio Gala- y la cantante y exministra argentina Teresa Parodi interpretó una canción.
Siete de los miembros del grupo de la Santa Cruz, entre la que se encontraba también la religiosa francesa Alice Domon, fueron secuestrados el 8 de diciembre de 1977 a la salida del templo por un grupo de tareas comandado por Alfredo Astiz, integrante de la Armada.
Otros tres integrantes del grupo fueron secuestrados ese mismo días en otros sitios.
Dos días después, el 10 de diciembre de 1977, el anuncio fue publicado en el diario La Nación y esa misma jornada fueron secuestrados otras dos miembros del grupo, la también religiosa francesa Leonie Duquet y Azucena Villaflor.
Astiz, conocido como el “ángel rubio” por su aspecto angelical, se había infiltrado previamente en el grupo para conocer de sus actividades.
Su objetivo: desactivar a las Madres.
“Después de 40 años siento algo muy profundo porque me doy cuenta de que los míos tenían razón, que sabían que podían perder la vida pero que su lucha era necesaria”, dijo a Efe Rosa Nair Amuedo, una de las Madres de Plaza de Mayo.
Con el emblemático pañuelo blanco en la cabeza y la foto de su hija desaparecida en el pecho, Amuedo recuerda aquellas primeras rondas en la plaza, cuando no imaginaban el atroz destino de los secuestrados por la dictadura.
Los doce secuestrados del grupo de la iglesia de la Santa Cruz fueron llevados a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), que albergó el mayor centro clandestino de detención de la dictadura.
Allí, fueron torturados y luego algunos arrojados vivos a las aguas del Río de la Plata en lo que se conoció como los “vuelos de la muerte”.
Cinco de los cuerpos aparecieron a finales de diciembre de 1977 en las costas bonaerenses y fueron enterrados sin identificar en un cementerio de la localidad de General Lavalle.
En 2005 fueron recuperados por el Equipo Argentino de Antropología Forense e identificados como los restos de Léonie Duquet, Angela Auad y las tres Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor, Esther Careaga y María Bianco.
“Venimos a homenajear a estas mujeres valientes que vivieron, lucharon y murieron por todos nosotros. Ellas tienen miles y miles de hijos que seguimos luchando por más verdad, por más memoria y por más justicia”, dijo Mabel Careaga, hija de Esther Careaga.
En octubre de 2011, el excapitán de fragata Astiz, junto a muchos otros represores, fue condenado a prisión perpetua por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el ámbito de la ESMA, entre ellos la desaparición del grupo de la Santa Cruz.