La intención es recta cuando Cristo es el fin y el motivo de nuestras acciones.
Por el contrario, quien busca la aprobación ajena y el aplauso de los demás puede llegar a deformar la propia conciencia: Se puede entonces tomar como criterio de actuación “el qué dirán” y no la voluntad de Dios. La preocupación por la opinión de los demás podría transformarse en miedo al ambiente; se llegaría fácilmente entonces a neutralizar la actividad apostólica de los cristianos, quienes “han tomado sobre sí una tarea urgente que han de cumplir en la tierra”: la evangelización del mundo.
El papa Francisco, en el Ángelus del 22-6-14 dijo: “El Evangelio de Juan presenta el discurso sobre el “pan de vida”, dado por Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, al cual afirma: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Si alguien come de este pan, vivirá para siempre y el pan que daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6,51).
Jesús señala que no vino a este mundo a dar algo, sino para darse a sí mismo, su vida, como alimento para quienes tienen fe en él. Esta comunión con el Señor nos compromete, sus discípulos, a imitarlo, hacer nuestras vidas un pan despedazado para los demás, como el maestro ha despedazado el pan que es su carne.
Y es entonces que somos capaces de amar incluso a quienes no nos quieren, de oponernos al mal con el bien, de perdonar, de compartir, de aceptar. Gracias a Jesús y su espíritu, incluso, nuestras vidas se convierten en “pan despedazado” por nuestros hermanos. ¡Y viviendo así descubrimos la verdadera alegría! La alegría de ser don, para corresponder el gran regalo que hemos recibido, sin nuestro mérito. Pedimos a la Virgen que nos ayude a redescubrir la belleza de la Eucaristía, y a hacerlo centro de nuestra vida, especialmente, en la misa del domingo y en la adoración.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y http://dominicasdevitoria.blogspot.com/2014/06/angelus-del-papa-francisco-pan-de-vida.html)