Cartes fue a Portugal por los signos de la Virgen de Fátima dejando la presidencia a quien prohijó su campaña y hoy se ha convertido en su adversario político. Le dio un ultimátum a Peña, de conquistar los corazones de los colorados, y le saltaron todos los críticos posibles haciendo que hasta el propio intendente de Choré se despachara en insultos porque “no hubiera podido dormir” si no lo hacía. Descolocó a tantos que su supuesto vicepresidente tuvo que decir que “era seccionalero y con orgullo”. Y como si todo fuera poco, produjo en menos de 48 horas la unión de todas las fuerzas opositoras, incluido ¡el abrazo de los hijos de Lino y Argaña!
El pobre Peña no sabe dónde está parado y además de desconocer el guaraní, que lo priva de más de la mitad de los códigos culturales del teko Paraguay, bendijo el matrimonio gay en una sociedad salvajemente conservadora, capaz de terminar con los testículos de su mentor si su hijo fuera homosexual.
Todo mal. La candidatura no prende y no queda otra que cumplir la advertencia de partida a Portugal: “Si no lográs ganarte al Partido Colorado... te echo del cargo de ministro”.
Peña puede estar caminando sobre la cornisa esperando que lo empujen al abismo. Su falta de carácter le ha vuelto a jugar una mala pasada. El poder es el no, y él carece de esa capacidad y fortaleza que hacen crecer a los líderes reales. Su imagen es frágil, su discurso temeroso y contradictorio, sus incoherencias... el mayor lastre que tiene para elevarse a alturas políticas trascendentes. Cartes tendrá que deshacerse de él o hundirse en su candidatura promoviendo la de sus rivales que se frotan las manos para que no lo haga.
El Gobierno entra en los peores meses de su gestión. Criticado por sus propios adherentes, ahora tendrá que escuchar aquello que jamás creyó que emitirían en palabras. Afara contará las veces que fue humillado y el presidente de los diputados podría soltar muchas prendas sobre cómo se ganó la fidelidad en la Cámara Baja. La gente dirá por qué no lo dijeron antes... y la respuesta es simple: Creían en el poder y quien lo administraba en ese momento.
Ahora se vive el fin del poder. Se vienen tiempos revueltos. Las tormentas políticas serán locales e internacionales; los cuestionamientos severos, los casos de corrupción colocados sobre la superficie y nadie defendiendo al gobernante. El negocio será hablar de este Gobierno incluidos los de adentro... por el momento. Cartes comienza el cruce del desierto. El más doloroso, porque aún tiene el título de presidente y deberá tragarse sapos sin que se le mueva un músculo ni se le revuelva el estómago. Habrá llamadas que no tendrán respuestas, convocatorias a las que nadie asistirá, chantajes a los que deberá ceder y lo peor: culpable de todo, incluida la promoción de Peña.
La tropa está en rebeldía. Vivimos la primera embestida colorada. La segunda será cuando se confeccionen las listas. La cantidad de damnificados hará que la flota de ambulancias compradas por Itaipú sin rubros de choferes sea pequeña ante la cantidad de heridos, contusos y semimuertos que recoger.
La rebelión en la granja orweliana se llevará a todos, incluido a quien cree todavía que puede ser senador para comprar impunidad.
Los mismos que lo apuñalarán son aquellos que lo quieren hacer encabezar la lista de senadores. Pagará la campaña, no entrará, y la historia se habrá repetido como con Nicanor.