Hasta un aprendiz de narcotraficante sabe que este negocio solo prospera en la oscuridad. Las portadas de los diarios y las luces de las cámaras son incompatibles con narcos que se precien de tal. Por eso, evitan ser noticia. Y, de hecho, solo suelen serlo cuando alguno de ellos comete un exceso –como asesinar a un periodista, por ejemplo– o cuando un bando rompe los códigos y se queda con la mercancía del rival.
Ambas cosas ocurrieron recientemente en Paraguay: la muerte de Pablo Medina y la desaparición de parte de un cargamento de cocaína. Solo por eso nos enteramos de los detalles asombrosos de la infiltración de la mafia en los tres poderes de la República. Hay quienes sostienen que es la ausencia del Estado la que justifica que la protección y la complicidad de las más diversas autoridades sean tan manifiestas. Otros hablan de Estado fallido. Ni una cosa ni otra. Es algo más complejo. En realidad, todo esto ocurre, en parte, gracias al Estado.
En un reciente artículo, el sociólogo José Carlos Rodríguez explica que en ciertas democracias se llega a esta situación luego de un proceso lento y gradual en el que el narconegocio va construyendo un poder paralelo que compite con el poder central sin intenciones de destruirlo. En verdad, se mimetiza simbióticamente con este, se nutre del poder formal, pero también lo beneficia, suple sus deficiencias. Como fruto de esta convivencia, el Estado oficial no se fractura del todo, solo se fracciona. Sigue manejando la ley, la fuerza y la financiación de lo público, solo ha perdido el monopolio. Ahora comparte amplios espacios de esas áreas con un poder lateral con el que a veces negocia y a veces confronta.
En definitiva, las leyes o su ficción se cumplen por las buenas –el Poder Judicial– o por las malas –la violencia paraestatal. El poder formal y el poder narco intentarán no colisionar. El primero es financiado por el segundo. El segundo es protegido por el primero. Ambos se benefician de algún modo de esa falta de choque, por eso es preferible el silencio.
¿Qué esta relación dual es esquizofrénica? Solo cuando se convierte en una estructura estable, complementaria y acatada por una población que aceptó que solo se trata de dos modos de ejercitar el mismo poder. El problema radica en la inutilidad social de un Estado fraccionado. Incapaz de brindar seguridad, institucionalidad democrática y eficiencia administrativa, acaba sumiendo a la sociedad en una incontenible espiral de violencia. Sobran ejemplos en el continente.
¿En qué etapa está Paraguay? Estamos siempre tentados a creer que aún estamos lejos de lo que pasó en Colombia o México. Hasta que un grupo de narcos le roba su mercancía a la otra banda y se desata un escándalo de corrupción pública que nos hace ver lo cerca que estamos.