“Quien daña a campesinos, toca a la Iglesia”. “Quien desaloja a un campesino con injusticia y violencia, lo mete preso o imputa siendo inocente, hace con él la farsa de un juicio y lo condena muchos años de cárcel, está negando a la Iglesia”.
¿Por qué? Porque la Iglesia tiene como objetivo la defensa de los que Dios más ama: los empobrecidos y pobres del mundo.
¿A qué parte de la Iglesia me estoy refiriendo? Primeramente a la Iglesia institución: Papa, obispos y sacerdotes.
¿Cómo? Con sus palabras y hechos deben luchar contra las injusticias hechas a indígenas y campesinos. El papa Francisco lo hace todos los días. Obispos y sacerdotes, salvo excepciones, pocas veces o nunca. No basta una cita de compromiso en una nota. Hemos de denunciar personalmente con fuerza, en concreto, al presidente y ministros por permitir policías y militares injustos y a senadores y diputados y a fiscales y jueces y Corte Suprema de Justicia, que toman parte activa contra los empobrecidos.
La Iglesia institución tiene el poder coercitivo, excomunión, cuando conscientemente son injustos con indígenas y campesinos.
Autoridades del Paraguay: si ustedes son católicos, tienen que saber que con Dios no se juega maltratando a indígenas y campesinos. Asuman las consecuencias.
En segundo lugar, está la Iglesia pueblo de Dios compuesta por millones de laicos agrupados en congregaciones religiosas o en comunidades de base, parroquias, diócesis.
Les digo lo mismo que al clero. Nuestra fe cristiana nos obliga a estar presentes donde se defiende a indígenas y campesinos. Un cristiano adormecido en esto, no es cristiano. Escribo esto con mucho amor a todos.