Contemplar a Jesús, conocerle, tratarle es también nuestro mayor deseo y nuestra mayor esperanza. Nada se puede comparar a este don. Herodes, teniéndole tan cerca, no supo ver al Señor; incluso tuvo la oportunidad de poder ser enseñado por el Bautista –el que señalaba con el dedo al Mesías que había llegado ya– y, en vez de seguir sus enseñanzas, le mandó matar.
Quien busca, halla. La Virgen y San José buscaron a Jesús durante tres días, y lo encontraron. Zaqueo, que también deseaba verlo, puso los medios y el Maestro se le adelantó invitándose a su casa. Las multitudes que salieron en su busca tuvieron luego la dicha de estar con él. Nadie que de verdad haya buscado a Cristo ha quedado defraudado.
El papa Francisco al respecto del evangelio de hoy, dijo: “En la ciudad santa, donde Jesús fue por última vez, hay mucha gente. Están los pequeños y los sencillos, que han acogido festivamente al profeta de Nazaret reconociendo en él al Enviado del Señor. Están los sumos sacerdotes y los líderes del pueblo, que lo quieren eliminar porque lo consideran herético y peligroso. También hay personas, como esos “griegos”, que tienen curiosidad por verlo y por saber más acerca de su persona y de las obras realizadas por él, la última de las cuales –la resurrección de Lázaro– causó mucha sensación.
“Queremos ver a Jesús”: estas palabras, al igual que muchas otras en los Evangelios, van más allá del episodio particular y expresan algo universal; revelan un deseo que atraviesa épocas y culturas, un deseo presente en el corazón de muchas personas que han oído hablar de Cristo, pero no lo han encontrado aún. “Yo deseo ver a Jesús”, así siente el corazón de esta gente.
“(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y http://es.catholic.net/op/articulos/6336/cat/331/quien -es-este-de-quien-oigo-tales-cosas.html)