Y, frente a ellos, el pueblo paraguayo, convidado de piedra en esta disputa, pero azuzado por todos los medios de comunicación de las dos partes para ganarnos a una de ellas.
Como nunca hemos sido “usados y abusados” tanto por una clase alta, económicamente hablando.
Se está acabando la Semana Santa, tiempo sagrado y grande para los cristianos católicos paraguayos por lo que significa la muerte y resurrección de Jesús.
Hemos reflexionado mucho personal y colectivamente, humana y religiosamente, sobre la realidad paraguaya. Los nombres de los políticos los hemos barajado una y otra vez en todos sus partidos. Ninguna cercanía al pueblo en ellos. Mucho dinero empleado para comprarlos.
Ninguna representación de los tres millones de paraguayos y paraguayas que de la clase media baja van pasando a ser empobrecidos, pobres o en la miseria. Todos aprovechándose de la presente situación para lograr la reelección de nuevo.
Se está acabando la Semana Santa y en la mayoría libre de nuestro pueblo, va creciendo un rumor, que de clamor pasa a grito desesperado en el corazón de hombres y mujeres, grandes y pequeños: “¡Que se vayan todos!”.
“¡Qué se vayan todos!”, significa que no queremos a ninguno de los actuales políticos desde el presidente al último votado.
Suena a locura este planteamiento, pero es mejor que se realice pacíficamente y no con la violencia de la bomba social y política de tiempo, a punto de explotar.
No me pregunten cómo vamos a seguir después. La respuesta será colectiva porque es colectiva la causa que nos ha hecho tanto daño.