Por supuesto que cuando un pueblo vive más aislado su cultura será más simple, pero también vivida con mayor adhesión e intensidad. Un pueblo dominado por una nación extraña, encuentra en su cultura hasta la fuerza y la sabiduría para subsistir.
Al contrario, un pueblo que vive en una región que es de cruce para otros pueblos, tendrá una cultura de contenidos foráneos ricos y variados, pero su propia cultura disminuirá.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, pregunto “¿Qué le pasa a nuestra cultura paraguaya?”.
La cultura es como el paisaje de un pueblo. Siempre es el mismo, pero varía en sus épocas y poco a poco manifiesta su crecimiento.
La cultura es como un río. Si no avanza hacia delante se convierte en un pantano. Los pantanos, en ocasiones, huelen mal. No da gusto vivir de aquel modo.
¿Qué le pasa a nuestra cultura? Primero, que su velocidad de crecimiento natural se ve turbada por la invasión dominante de otras extranjeras con más medios para manifestarse. Ese ataque nos llega intensamente por la radio, tevé, modas, fiestas... desde que nacemos. Esa persona, por ejemplo, rechazará la cultura de sus padres porque no creció en ella. Analicemos “música paraguaya y parte de nuestra juventud”. Allí nuestra cultura paraguaya va desapareciendo.
Segundo, que los contenidos de la cultura foránea dominante peligrosamente nos contagian. Un pueblo pobre necesita una larga lucha para tener comida, vestido, libertad, vivienda y trabajo dignos. Pero la nación dominante ya ha conseguido todo eso y su cultura no nos incita a luchar para tenerlo, sino a gozar de un tipo de vida que nos adormece porque no representa el estado en el que realmente estamos. La cultura foránea mal asimilada acaba por alienarnos.