Es falso que cuando llegaron al Bañado lo hicieron libremente para aprovechar unas circunstancias óptimas de vida. Los primeros bañadenses habían sido expulsados de sus valles en el interior por la pobreza y por la soja de los latifundistas y se vieron obligados a entrar en la única tierra que les dejaban ocupar: las inundables cercanas al río.
Para sobrevivir tuvieron que rellenar lagunas y se privaron de comer para la compra de camionadas de escombros. Pronto descubrieron que estaban cerca de las fuentes de trabajo asuncenas y al formar parejas y nacer allí sus hijos y rodearse de amigos y vecinos les nació el arraigo hacia aquella vida.
En todo este tiempo fueron olvidados por el Estado y la Municipalidad. Ambos no descubrieron hasta los últimos años el grandioso negocio inmobiliario que podían hacer, echándolos a todos los bañadenses para construir allí barrios cerrados mirando al río Paraguay.
Es falso que, ahora cuando bajó el río, no quieran volver y prefieran vivir en tugurios en una plaza o calle de la capital. No se bajan porque el terreno que ocupaban por la inundación está destrozado y de sus viviendas no queda nada. No se bajan porque no tienen medios de transportes que no rompan más sus pobres enseres domésticos. No se bajan porque debieran de ser resarcidos de tanto mal soportado y ni Emergencia Nacional ni la Municipalidad destinan recursos económicos para ayudarles. ¿Por qué ayudarles si ya tienen decidido echarlos.
Es falso que no paguen IVA, el impuesto que más contribuye al Presupuesto nacional. Los bañadenses pagan inclusive más IVA que nadie en comparación con los pocos ingresos que tienen.
Antes de juzgarlos, conozcamos su situación.