Los fieles cristianos no huyen del mundo para buscar con plenitud a Cristo: se consideran parte constituyente de ese mismo mundo, al que tratan de vivificar desde dentro, con su oración, con su ejemplo, con una caridad magnánima: “lo que es el alma para el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo”. Vivificaron su mundo, que en muchos puntos había perdido el sentido de la dignidad humana, siendo ciudadanos como los demás, y sin distinguirse de ellos ni por su vestido, ni por insignias, ni por cambiar de ciudadanía.
No solo son ciudadanos, sino que procuraban serlo ejemplarmente: “obedecen las leyes, pero con su vida sobrepasan las leyes”, las cumplen acabadamente en beneficio de todos. Ya San Pablo enseñó que se había de pedir a Dios por los constituidos en autoridad.
El papa Francisco, a propósito del evangelio de hoy dijo: “Jesús se presenta como el Buen Pastor y dice: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos” (v. 27-28).
Estas palabras nos ayudan a comprender que nadie puede llamarse seguidor de Jesús, si no escucha su voz. Y este “escuchar” no debe ser entendido en manera superficial, sino cautivante, al punto de hacer posible un verdadero conocimiento recíproco, del cual puede nacer una serie generosa, expresada en las palabras “y ellas me siguen” (v. 27). ¡Se trata de una escucha no solo del oído, sino de una escucha del corazón!
Por lo tanto, la imagen del pastor y de las ovejas indica la estrecha relación que Jesús quiere establecer con cada uno de nosotros. Él es nuestra guía, nuestro maestro, nuestro amigo, nuestro modelo, pero, sobre todo, es nuestro salvador…”.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y https://www.pildorasdefe.net/liturgia/evangelio-juan-10-22-30-iv-martes-pascua-jesus-voz-ovejas-padre)