20 abr. 2024

Presión ciudadana, clave para castigar alevosas prácticas corruptas en la CGR

La indignación ciudadana esta vez logró convertirse en una presión que fue capaz de poner fin a la impunidad. Así se logró destronar la rosca corrupta arraigada en la Contraloría General de la República (CGR), que desde hace tres años venía encubriendo a la funcionaria Liz Paola Duarte, la secretaria vip del ex contralor Óscar Velázquez.

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Este caso, investigado por ÚH durante los últimos tres meses y medio, se convirtió en el ejemplo más escandaloso del despilfarro dentro de una institución creada precisamente para salvaguardar el patrimonio público.

El trabajo periodístico descubrió la existencia de la secretaria de oro y desnudó el esquema de corrupción.

Este es asimismo el primer caso de una denuncia periodística que lleva a un funcionario público a ser sometido a juicio político.

Responsables. Óscar Rubén Velázquez Gadea y Nancy Torreblanca, contralor y subcontralora, respectivamente, eran los ordenadores firmantes de las millonarias facturaciones de la secretaria vip.

La máxima autoridad firmaba por anticipado para todo el año autorizaciones de jugosas remuneraciones extraordinarias a favor de Duarte, mientras que su segunda firmaba para avalar el proceso de pago, según confirmó la fiscala que los imputó por estafa, cobro indebido e inducción a un subordinado a cometer un hecho punible.

La joven secretaria vip llegó a percibir hasta G. 37 millones al mes, por su labor de asistente del contralor.

El ministerio de Hacienda confirmó que el salario que percibía la preciada secretaria, sus remuneraciones mensuales corresponden a 27 horas de trabajo por día.

El caso de la secretaria vip demostró el esquema administrativo que funcionaba de manera coordinada entre los colaboradores de Velázquez.

A cargo de organizar los jugosos beneficios de Duarte, estaba el director de talento humano, Roberto García, quien elaboraba la cantidad de las horas extras trabajadas. La cadena se completaba con la directora de auditoría, Celia Cardozo, que validaba el informe; la directora administrativa Luisa Almada habilitando pagador y la subcontralora Nancy Torreblanca que coronaba el proceso con su firma para remitir al Ministerio de Hacienda.

Liz Duarte cumplía con el protocolo de marcar sus horas de entrada y salida, para que el silencioso reloj marcador registre y legalice sus extendidos horarios de trabajo.

De madrugada. La secretaria llegaba de madrugada y a altas horas de la noche para dejar la huella de su dedo en el reloj y así formalizar sus horas de trabajo.

Última Hora descubrió imágenes de la asistente cuando llegaba hasta la Contraloría a marcar su salida un sábado por la noche, acompañada incluso por su mascota, un pequeño perrito.

Mientras tanto la ciudadanía adoptaba el tema de investigación con gran asombro e indignación, insistiendo en su pedido de destitución de los involucrados, y en la devolución del dinero cobrado de forma irregular.

El esquema privilegió además a un selecto grupo del gabinete, entre ellos Eduardo Gadea, sobrino de Velázquez.

Tampoco faltaron los escandalosos detalles que desnudaban la corrupción de la institución. Es el caso de los jugadores del equipo de fútbol del ex contralor, contratados como caros técnicos sin contar con título universitario, en contravención de la normativa institucional.

O el caso de Anita, la novia del sobrino de Velázquez, que cobró con bonificación por grado académico sin contar con título universitario.

La ahora ex contralora no se queda atrás. Ella también llevaba a sus subordinadas a limpiar su casa y hasta a cuidar de su madre. Mientras, su esposo se dedicaba al negocio de preparar informes de gastos de municipios y gobernaciones que son auditados por el ente a cargo de la ella.

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