El sector público y los mandatarios viven en un mundo diferente a los que los sostienen con sus impuestos, recursos y esfuerzo. Cobran dinero injusto de un país pobre, pero más que todo: empobrecido por la angurria, codicia y egoísmo de unos pocos. El que otros lo hagan debería haber llevado a los diputados a corregir esas distorsiones y no a emular esos comportamientos arbitrarios. El mismo día en que un informe altamente respetado nos decía que somos el penúltimo país en términos de competencia solo superado por la africanizada Venezuela, los legisladores de la Cámara Baja concedieron por abrumadora mayoría un par de millones de dólares para equipararse a los injustos ingresos de los funcionarios de Hacienda, Banco Central, Corte Suprema, Fiscalía y otras reparticiones. Los mandatarios están provocando a los mandantes. Los están insultando y deben estar preparados para su reacción.
El país no está bien. El Estado gasta muy mal lo que recauda y una nueva casta emerge en medio de una economía donde los mismos de siempre cargan sobre sus espaldas el sostenimiento de la República. No sintonizar los mandatarios los mandatos de sus mandantes puede ser muy grave. Los ignoran, desprecian e insultan. No prestan atención a lamentable circunstancia por la que atraviesan la salud y la educación. No les molesta que un comisario haga una rifa de una oveja para resolver un problema mecánico de su patrullera. Ellos –los mandatarios– viven en una burbuja y no se quejen después que los mandantes se la pinchen. Deben recobrar la racionalidad si alguna vez la tuvieron. Afuera, el horno no está para bollos. Hay cansancio, hastío y frustración de muchos. Los privilegios injustos suelen ser la mecha que enciende las revoluciones y ellos están promoviéndolas de una manera peligrosa y provocante.
Mientras esta es la realidad que recorre el imaginario de muchos, el diálogo con el ombligo de los políticos continúa sin importarles nada. Siguen hablando de reelecciones, violación de la norma y concediéndose privilegios. La gente acumula rabia y este país país-volcánico puede rugir tirando piedras y lavas que los sepultará a todos. Están jugando con fuego.
No más aguinaldos fuera del único establecido en la norma, no más dinero por presentismos, por título, por responsabilidad en el cargo. Basta de privilegios porque la insensatez e injusticia nos puede hacer daño a todos. Cartes, cuyo control de diputados es completo, se apresuró en intentar apagar el fuego que amenazaba su gobierno y suspendió las gratificaciones. La gran pregunta es: ¿Por qué esperó la bronca de la gente para hacerlo?
Si no aceptan las condiciones que se vayan. En el sector privado nadie les pagará por nada parecido y menos con la mayoritaria incompetencia que cargan. La calle es dura y no son imprescindibles. Nadie lo es. Y si Peña no corta los privilegios en Hacienda que estableció Borda no tiene autoridad para hablar de la injusticia de los otros.
Es tiempo de salvar la República antes de que el volcán comience a erupcionar. Presuponen que este país aguanta todo... sí, pero no por mucho tiempo.