Tras otra maratoniana jornada de encuentros bilaterales, multilaterales y plenarias con y sin la presencia de Irán, los representantes de las seis potencias -China, EEUU, Francia, Reino Unido, Rusia y Alemania) no esconden su escepticismo respecto a la posibilidad de lograr un consenso.
La propia portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Marie Harf, afirmó hoy ante la prensa que la posibilidad de un acuerdo “es incierta”.
Por su parte, el ministro de Exteriores de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, indicó que las negociaciones con Irán están en una fase “difícil” y “crítica”, aunque destacó que ha habido “mucho progreso” en los últimos días.
“No dejaremos de intentar todo lo posible” para alcanzar un pacto, aunque “tampoco se permitirá un mal negocio” con los iraníes, concluyó el ministro alemán.
La principal preocupación expresada por Steinmeier es qué va a pasar tras la finalización del acuerdo, es decir, tras la moratoria impuesta al desarrollo del programa iraní durante los diez, doce, o quince años que establezca un eventual tratado.
Los occidentales temen un desarrollo nuclear repentino tras la década de restricciones, y quieren establecer algún mecanismo para evitarlo.
“Tenemos que asegurarnos de que todo lo que pase allí (en Irán), después de diez años, sea realmente transparente y verificable. Y en cuanto al alcance, no podemos permitir que tras diez años se produzca una evolución explosiva”, advirtió Steinmeier.
Además de este tema, los principales escollos son cómo verificar que lo firmado se cumpla, cuándo y cómo se levantarán las sanciones que estrangulan la maltrecha economía iraní, qué capacidad de investigación y desarrollo nuclear (I+D) podrá mantener y qué hacer con el uranio enriquecido con el que ya cuenta Irán.
Los iraníes piden que el levantamiento de las medidas punitivas sea inmediato, es decir, como el resultado más concreto del acuerdo.
Las seis potencias se oponen con mayor o menor hincapié a esta opción y no sólo expresan que la eliminación de las sanciones debería ser paulatina y gradual, sino que debería estar ligada al cumplimiento por parte de Irán del resto de puntos acordados.
Además, las potencias occidentales desean un mecanismo -todavía a definir- para reinstaurar las sanciones de Naciones Unidas rápidamente en caso de un posible incumplimiento iraní del acuerdo.
También es objeto de duro debate el número de centrifugadoras de gas (para enriquecer uranio) que Irán podría mantener.
Actualmente tiene unas 20.000, de ellas la mitad operativas, un número que podría bajar hasta en torno a 6.000 unidades, aunque siempre dependiendo del modelo y de su capacidad de producción.
El uranio enriquecido es la materia prima para combustible nuclear que se utiliza en centrales atómicas, aunque también tiene posibles usos militares, en función de su pureza.
Por otra parte, está la gran pregunta sobre qué hacer con el uranio enriquecido con el que Irán cuenta todavía, unos estimados 7.000 kilogramos, según el Organismo Internacional de Energía Atómica, que debería ser el encargado de verificar el cumplimiento de lo acordado.
En las últimas horas se desmintió que Teherán haya descartado poder exportarlo a otro país, y fuentes occidentales indicaron que las dos opciones, exportarlo o diluirlo en Irán, siguen sobre la mesa y no se ha tomado una decisión al respecto.
Alcanzar un acuerdo que cubra todos los temas en disputa es extremadamente difícil, dado que las conversaciones se rigen por la norma de que “nada está resuelto hasta que todo lo está”.
Quien no quiso esperar a ver si esto ocurre fue el ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, quien sólo se unió a las reuniones anoche y, sin embargo, a media tarde de hoy abandonó Lausana para encontrarse en Moscú con representantes de Vanuatu.
La portavoz de Lavrov indicó a la prensa que el ministro volverá a Lausana “probablemente”, pero solo en caso que haya indicios suficientes de que un acuerdo es posible, y mientras dejó al frente de la negociación a su adjunto.
Mientras, los iraníes no esconden que aún quedan temas pendientes, pero siguen insistiendo en su voluntad política de alcanzar un acuerdo antes de que expire el plazo mañana, 31 de marzo.
En caso de que todos los aspectos se resolviesen y se anunciara el acuerdo marco (político), las potencias tendrían 90 días para limar los asuntos más técnicos y lograr antes del 30 de junio un acuerdo final que ponga fin a doce años de disputa nuclear.
Marta Hurtado y Jordi Kuhs