Los turistas que pasan por el vecino país, tarde o temprano terminan haciéndose la misma pregunta, ¿Por qué no hay negros en Argentina? ya que lo compara con otros países en la región donde quizás no haya una población de afrodescendientes en mayoría pero sí en una importante cantidad.
La diversidad en Argentina a mediados del 1770 indicaba que el 40 por ciento de la población era negra, en ese momento, eran esclavos traídos por los conquistadores europeos al territorio americano.
En 1810, al menos un tercio de los habitantes de Buenos Aires eran esclavos negros. Desembarcaban hacinados en los barcos y se convertían en mano de obra gratis para trabajar en el servicio doméstico o desarrollar oficios y tareas manuales, informó ABC.es este sábado.
No hay una sola razón que explique su aparente desaparición del mapa argentino y permita que se instale el mito, en el siglo XIX, de que en Argentina siempre fueron todos blancos descendientes de los barcos. “Las guerras de la Independencia, la Guerra contra la Triple Alianza, la fiebre amarilla y especialmente el mestizaje”, son algunas de las causas que resume Diego Valenzuela para explicar el actual panorama.
Goldberg, por su parte, considera como elemento a tener en cuenta la abolición de la esclavitud que se produjo con la Constitución de 1853, Carta Magna que Buenos Aires acepta en 1860. “La prohibición de trata -asegura- que frena el ingreso de esclavos, la alta mortalidad de este segmento de la población y las guerras de independencia», son motivos que llevan, «necesariamente -afirma- a la desaparición por mestizaje”.
El artículo señala que en aquella época, tener un esclavo en casa era un signo de distinción. «Se los podía comprar, vender, alquilar y hasta hipotecar. Era una forma de inversión: su amo le daba el apellido y lo ponía a estudiar un oficio de sastre o carpintero», recuerda Diego Valenzuela, en el libro “Enigmas de la historia Argentina”.
En los barrios Montserrat y San Telmo de Buenos Aires, que actualmente son conocido como el mercadillo de antigüedades, se concentró el mayor número de esclavos.
Las trágicas vidas de las personas de color incluye violaciones a las mujeres, maltratos físicos y psicológicos, al igual que la falta de derechos y obligaciones civiles y en Argentina este maltrato no era la excepción.
A raíz de los abusos sexuales a sus esclavas, la raza mulata fue creciendo en el país y en el continente. El término viene de “mula”, animal con el que se identificaba a las mujeres de raza negra.
Buena parte de estos esclavos eran desplazados a las provincias coloniales. La primera escala solía ser Córdoba y de ésta los llevaban a las norteñas de Catamarca, Santiago del Estero, La Rioja,Tucumán y Salta. La ruta seguiría posteriormente a Perú y al norte de Chile.
Según cálculos del historiador Jorge Gelman, “a mediados del siglo XVIII un esclavo cotizaba en Buenos Aires entre 100 y 200 pesos, contra unos 800 en Potosí, por el traslado desde el río de La Plata”.
Los próceres argentinos y los jesuitas tampoco pudieron prescindir de este “valor agregado o adquisición” y así es como se descubrió que Juan Manuel de Rosas, en 1825, tenía treinta y tres esclavos en sus fincas.
Para los religiosos cuya misión al territorio descubierto era evangelizar, los negros eran una mano de obra clave, “en La Rioja, por ejemplo, de 800 esclavos que había en la ciudad, 400 eran de los jesuitas”.