19 mar. 2024

Poner freno a los criminales del fútbol y a sus financistas

El lamentable episodio de violencia ocurrido el domingo en un estadio de Pedro Juan Caballero, al inicio del luego suspendido partido entre Olimpia y Sol de América, ha vuelto a poner en el tapete que la violencia de los barrabravas es un sistema de crimen organizado con poderosos padrinos, muchos de ellos presuntamente vinculados a los altos directivos de los clubes de fútbol. Lo ocurrido también revela que el Estado no es capaz de ejercer un control eficiente, ni de proteger a los ciudadanos a través de las fuerzas de seguridad y los organismos de Justicia. Urge poner freno a los criminales del fútbol y a sus financistas, antes de que ocurran situaciones aún más trágicas.

Las imágenes captadas al inicio del partido de fútbol entre Olimpia y Sol de América en el estadio Río Parapití, del Club 2 de Mayo de la ciudad de Pedro Juan Caballero, el domingo último, resultan estremecedoras, ya que muestran una batalla campal iniciada por un grupo de vándalos y criminales, caracterizados como hinchas del club Olimpia, que ocasionaron momentos de terror en miles de personas que habían acudido en grupos de familias y amigos para disfrutar de una linda jornada deportiva, pero acabaron viviendo una verdadera pesadilla.

El encuentro deportivo tuvo que ser suspendido a los 8 minutos de haber comenzado, ante los violentos enfrentamientos que se desataron en un sector de las graderías, donde inexplicablemente varios barrabravas habían logrado ingresar con puñales y armas de fuego, a pesar del presuntamente estricto control policial. Tampoco hubo una rápida reacción de las fuerzas de seguridad para intentar contener los desmanes, dejando un lamentable saldo de seis heridos graves y cientos de detenidos, en un episodio que una vez más ha manchado con sangre al más popular de los deportes.

No por ser reiterativo, el tema de la existencia de los barrabravas o hinchadas violentas en el fútbol resulta menos grave. Se ha denunciado hasta el cansancio la existencia de todo un esquema, alimentado por dirigentes de los principales clubes de fútbol, que apoyan económicamente la presencia de los grupos de fanáticos alcoholizados y violentos, porque presuntamente ellos otorgan desde las tribunas las dosis de pasión y adrenalina que los jugadores precisan para motivarse a ganar los partidos. Es una premisa que resulta más perjudicial que beneficiosa, ya que son grupos que se descontrolan fácilmente con el consumo del alcohol y las drogas y acaban no solo empañando lo que debería ser una linda fiesta deportiva, sino poniendo en riesgo la vida de quienes acuden a las canchas con la confianza de pasar un buen momento.

Aunque la mayoría de los financistas se escudan en las sombras y los investigadores de la Fiscalía simulan no saber quiénes son, es evidente que hay mucho dinero para pagar el costo de las entradas, contratar los ómnibus que trasladan a los grupos hasta distantes ciudades, pagar los diversos gastos y proveer el combustible. Bastaría con seguir el rastro de ese dinero para saber quiénes pagan, si realmente quisieran desmantelar estas organizaciones delictivas, pero no lo hacen.

Lo ocurrido revela que el Estado no es capaz de ejercer un control eficiente, ni de proteger a los ciudadanos con las fuerzas de seguridad y los organismos de Justicia. Urge poner freno a los criminales del fútbol y a sus financistas, antes de que ocurran situaciones aún más trágicas.

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