Si los gobiernos no toman serias medidas para sostener y fortalecer a las familias, la sociedad irá sufriendo un acelerado deterioro en diferentes niveles. El desarrollo de una nación pasa indefectiblemente por la atención a este núcleo, que hoy enfrenta los desafíos y las crisis propios de nuestro tiempo: incertidumbre económica, desempleo, relaciones humanas debilitadas, ausencia de valores humanos, pobreza, falta de educación, dramas existenciales, etc.
Las familias requieren hoy de una política gubernamental integral, que priorice la creación de fuentes de empleo que frenen la migración, que fortalezcan los mecanismos de protección y acompañamiento de madres embarazadas y recién nacidos, que incorporen sistemas para garantizar la alimentación plena de los niños menores, así como el cumplimiento y cobro –en tiempo y forma– del reposo legal por maternidad.
A esto se debería sumar la creación de una escuela de formación para padres, sobre educación, sicología y paternidad responsable; la instalación de guarderías en instituciones y empresas, y la creación de espacios y programas de esparcimiento y diversión pensados para toda la familia, entre otros puntos.
En este contexto, tampoco habría que dejar de lado la necesidad de asistir y acompañar a matrimonios en crisis, buscando evitar la ruptura familiar, si fuera posible.
Es decir, hablamos de políticas que consideren desde lo básico en salud y educación, hasta propuestas crediticias para la vivienda y el emprendimiento comercial.
El reciente sínodo impulsado por el papa Francisco ha dejado en claro que la atención a este núcleo social –más allá de las creencias o culturas– es clave para proyectar una sociedad sana a futuro, y pretender ciudadanos capaces de realizarse como personas.
De un entorno sin violencia, marcado por el afecto, el respeto y la educación en valores, es más posible esperar hombres y mujeres con mejores perspectivas de vida. Por ello, se trata de una inversión más que valiosa para cualquier Estado o nación.
Pero hay que reconocer que el desafío y la necesidad más urgente de la familia es la conciencia y la madurez de sus principales protagonistas: el padre y la madre. Por ello, hablamos de un problema antropológico.
“El amor del hombre y de la mujer nos enseña que cada uno necesita al otro para llegar a ser él mismo, aunque se mantiene distinto del otro en su identidad...”, señala parte del documento del citado encuentro, y que resalta esa reciprocidad que construye la familia.