23 abr. 2024

Pobladores de bañados tienen derecho a vivir con dignidad

La situación de abandono en la que se encuentran alrededor de 100.000 personas en los bañados Norte y Sur de Asunción es un estado de injusticia que interpela a las autoridades y a la sociedad civil. La meta de vivir con dignidad a la que aspira cualquier ser humano y a la que tiene derecho por ser tal todavía queda lejos de quienes están condenados a la vulnerabilidad y, por lo tanto, a la inestabilidad permanente. Una respuesta para esos segmentos del cinturón de pobreza de la capital debe ser integral, abarcando infraestructura física, salud, educación, transporte, seguridad, vivienda y recreación, que les permita acceder a mejores condiciones de vida.

Sanear y dotar de infraestructura a los bañados hoy puede costar 800 millones de dólares, dijo un experto en déficit infraestructural físico y social del Paraguay.

Ese dato permite dirigir la mirada hacia las alrededor de 100.000 personas –según cálculos basados en el censo de 2012 proporcionados por la oficina de Registro de Ocupaciones de la Municipalidad de Asunción– que sobreviven en condiciones sumamente precarias en la franja ribereña del río Paraguay, que va desde las inmediaciones del cerro Lambaré hasta Zeballos Cué, en el municipio capitalino.

En medio de efluentes cloacales que corren por las calles sin pavimento, un olor nauseabundo, con precarias casas de terciadas o plásticos de techos de chapa y sin transporte público, sus habitantes sobreviven en condiciones infrahumanas.

Además de la zozobra que ya supone vivir en condiciones de pobreza extrema, hay que considerar que cada tanto se les presenta el drama de las inundaciones que les obliga a salir de sus asentamientos y ubicarse en lugares elevados para volver luego a los mismos espacios de dolor y angustia en los que ya habían estado.

Un modelo económico perverso basado en la expulsión de campesinos de sus antiguos lugares de asentamiento, al que se suma el desinterés de los políticos de darles respuestas sustentables porque aprovechan su vulnerabilidad para sacar de ellos provechos electorales, es el que los mantiene en la miseria y el abandono.

Esa realidad tan triste que acusa a las autoridades por su insensibilidad e ineficacia y a la sociedad civil que está en mejor situación por no presionar para que esas personas también vivan con dignidad, tiene que terminar. Es hora de que alcancen también los beneficios a los que tienen derecho todos los seres humanos.

El programa de la franja costera y cualquier proyecto que se encare para mejorar las condiciones de vida de los bañadenses tienen que encarar la realidad desde una perspectiva de bienestar global.

De nada valdrá contar con una infraestructura física moderna si es que los servicios de salud, educación, transporte, vivienda, seguridad, recreación y vivienda no son atendidos adecuadamente.

Ahora que de nuevo se entra en campaña proselitista habrá que escuchar de qué manera piensan encarar los candidatos el problema de los que sobreviven en los bañados asuncenos. Sus planes tendrán que ser concretos, posibles y de ejecución inmediata.

La población que vive en los bañados no puede seguir esperando.

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