18 abr. 2024

PGN 2018: El endeudamiento como dilema ético y técnico

El endeudamiento vuelve a ser el dato relevante, aunque no novedoso, del proyecto de Presupuesto para el año 2018. Si bien el mensaje hace referencia a un endeudamiento “productivo” y responsable, es necesario que el país discuta no solo la relativa sostenibilidad de la deuda, sino también hasta qué punto es ético y legítimo que una gestión de gobierno comprometa el futuro de las próximas generaciones sin sentar las bases en ese mismo segmento de la población para que pueda generar los recursos que repaguen la deuda.

Es una falacia, por no decir un engaño, asumir que el endeudamiento es bueno y sostenible si se destina a infraestructura. La infraestructura por sí sola no genera producción ni los impuestos necesarios para cumplir con los compromisos.

Es la gente y sobre todo los jóvenes quienes, a través de su trabajo, generarán los recursos que permitirán honrar la deuda. Sin embargo, es poco lo que el país está realizando por mejorar las competencias de los niños y jóvenes.

Justamente en estas últimas semanas se sucedieron hechos que muestran el statu quo en que se encuentra la educación, instrumento principal para mejorar las capacidades y la trayectoria laboral de las personas.

La política educativa no está logrando mejorar la provisión de recursos básicos como aulas en buenas condiciones, útiles y libros pertinentes y de manera oportuna y alimentación escolar para todos y de calidad. La gratuidad es una utopía, lo que impide una cobertura universal en los niveles que son obligatorios y gratuitos. Tampoco se conoce una estrategia de mediano y largo plazo para mejorar la calidad de la educación y, particularmente, las competencias docentes.

El mensaje presidencial que acompaña el proyecto de Presupuesto hace referencia a la oportunidad que ofrece el bono demográfico. Los datos estadísticos muestran que el país ya perdió esta oportunidad en el sector rural. La falta de oportunidades impulsó a la juventud rural a migrar a las ciudades con la aspiración de lograr mejor nivel educativo y mayores oportunidades laborales.

Esto fue solo una aspiración. Las estadísticas indican los altos niveles de desempleo, de subocupación y de precariedad. Adicionalmente a la problemática laboral juvenil, tenemos casi 500.000 niños, niñas y adolescentes que empezaron a trabajar tempranamente a costa de su educación, impulsando deserción escolar y bajos niveles de aprendizaje. Cerca de 300.000 jóvenes de entre 15 y 29 años, la mayoría mujeres, no estudian ni trabajan porque dedican la mayor parte de su tiempo a realizar actividades no remuneradas en sus hogares.

Estos niños y adolescentes que se iniciaron laboralmente de manera temprana, sumados a los jóvenes que trabajan precariamente o que están excluidos del mercado laboral y del sistema educativo arrastrarán a lo largo de su vida pobreza y vulnerabilidad económica. ¿Y el país está suponiendo que ellos deberán financiar el pago de la deuda en unos años más? ¿Es realista pensar que esta generación y la próxima podrán pagar la deuda en este contexto?

Más deuda en las condiciones actuales pone en riesgo la economía de nuestro país y los escasos avances logrados en los últimos años. El país necesita financiar su desarrollo con recursos genuinos y con una mirada de largo plazo que no implique recargarles excesivamente el peso de la responsabilidad a las generaciones futuras.

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