Esta semana por medio de Ignacio Molina SJ. he recibido una foto de Casaldáliga con un artículo reciente sobre él de José María Vidal.
En la foto se lo ve, ya mayor, descansando en un sillón de cuerdas de plástico. Del artículo voy a copiar algunos párrafos descriptivos.
“Como buen poeta y artista consumado, Pedro Casaldáliga está rodeado de símbolos. Sencillos, pobres y austeros, como él, pero siempre bellos”.
Este obispo siempre vivió como su gente. De hecho, no quiso tener nevera, cocina a gas o teléfono hasta que no lo tuvieran la mayoría de sus fieles.
La entrada es por la parte lateral y da directamente a la cocina. El interior de la casa no tiene techo. Se ven las uralitas viejas y humedecidas, y el ladrillo sin revocar.
Y, en la puerta que da al patio, un cartel con la foto del Papa y una de sus frases: “Ninguna familia sin casa, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos”. Los viejos lemas de Casaldáliga ahora retomados por el propio Papa de Roma.
En la estancia contigua a la cocina, su pequeña habitación, con una cama estrecha y un colchón con muchos años. Justo en la pared de al lado de la cama, la foto del mártir que le salvó la vida, João Bosco SJ.
En la parte superior de la estantería de su habitación está el crucifijo en forma de hoz y martillo del mártir jesuita boliviano Espinal, que hizo famoso Evo Morales, al regalárselo al papa Francisco, en su visita al país andino”.