Tras entrevistarse con el presidente Horacio Cartes, el canciller Nin Novoa –un político experimentado en la política de su país, ya que entre 2005 y 2010 ejerció la vicepresidencia de la República– formuló un llamado a trabajar mancomunadamente para lograr la vigencia de nada menos que el primer artículo del Tratado de Asunción, por el cual se consagra la libre circulación de bienes y servicios en el Mercosur, algo que ni siquiera en el presente está completamente garantizado.
“Eso es sincerarlo y llevarlo por lo menos en una primera etapa a una zona de libre comercio que funcione como tal, donde no haya trabas. Que las trabas sean las mínimas posibles, donde no haya interferencias, donde podamos desarrollar todas nuestras potencialidades”, manifestó el jefe de la diplomacia oriental.
Ese “sinceramiento” invocado por el ministro uruguayo es de crucial importancia para el futuro de la integración. Y esa es una actitud que debe ser asumida, en primer término, por la República Federativa del Brasil, que es el país que impide que el proceso se perfeccione por su tajante rechazo al principio de la supranacionalidad, presupuesto sin el cual es imposible hablar de un verdadero mercado común, que es lo que el Mercosur prometió constituir allá por 1991.
Por las declaraciones y posiciones que viene asumiendo el nuevo Gobierno del Uruguay, es evidente que el otro socio minoritario del bloque no está dispuesto a convertirse en un mero espectador del proceso de progresivo y sistemático deterioro que atraviesa el Mercosur, posición que al parecer sí ha adoptado nuestra Cancillería, en el entendido de que seguramente la conservación del actual statu quo le evitará indisposiciones circunstanciales con Argentina y Brasil.
El problema es que, mientras nadie haga nada, el Mercosur continuará agravando su retroceso y los cinco socios perderemos oportunidades, en vez de potenciarlas, que es para lo que se supone ha sido fundado el proceso de integración regional.
Así las cosas, sería recomendable que el Paraguay asuma una posición de mayor consonancia con el Uruguay, de tal modo que la expresión de descontento por el estado vigente del bloque llegue con mayor potencia a los oídos de los gobernantes de las dos economías de mayor empuje dentro del bloque.
Esta labor coordinada posibilitará, por otra parte, que se produzcan los cambios estructurales y orgánicos que permitan flexibilizar las rígidas normas que hoy por hoy nos impiden celebrar acuerdos comerciales de carácter bilateral, y promover una fluidez de la vida institucional que se oriente hacia la vivificación de un Mercosur por cuya capacidad en mejorar el bienestar de la gente los ciudadanos de los países que lo componen hace rato que han perdido la fe.