No se vislumbra un Gobierno con aquellas personas indispensables en su honestidad y valía para ser capaces de una línea de salida a las necesidades del pueblo. Y no es que no las haya. En el fondo de los partidos y de la sociedad civil, existen. Pero, arrinconadas por el poder, nunca brotaron o tuvieron que retirarse para nunca volver.
Ingobernable porque lo que bulle es una pléyade de corruptos e inútiles con 25 años en el poder real o luchando por alcanzarlo. Ni se preocupan de ser la solución. Su interés es solo repetirse, ser reelegidos, para continuar el enriquecimiento.
Mintiendo descaradamente o por ignorancia, repiten públicamente o allá en el subconsciente: “Somos la redención del pueblo paraguayo, especialmente de los más pobres”. Mentira.
Me da pena decir todo esto, pero lo hago con esperanza. El “¡Venceremos!” (no sé cuándo ni su volumen) siempre está en mi corazón. Por supuesto que esta ingobernabilidad es general en toda América Latina.
“El panorama que presenta la región (está hablando del continente latinoamericano) y aunque menciono solamente tres países (Argentina, Brasil y Venezuela) el análisis puede, con matices, extenderse al resto y es de creciente ingobernabilidad, más allá del signo de los gobiernos, con fuertes tendencias hacia el caos, expansión de la corrupción y dificultades extremas para encontrar salidas. (Raúl Zibechi).
Y el autor da tres causas. “La primera es la creciente potencia, organización y movilización de los de abajo, de los pueblos indios y negros, de los sectores populares urbanos y los campesinos, de los jóvenes y las mujeres. Ni el genocidio mexicano contra los de abajo ha conseguido paralizar al campo popular, aunque es innegable que afronta serias dificultades”.
La segunda es la influencia colateral del terremoto entre las grandes potencias (EEUU, Europa, Rusia y China).
La tercera es la incapacidad entre los gobernantes de encontrar salida.