Quiero volver a recordar un acto, oración alegórica caminando, que nos llenó el jueves pasado a todas las personas que participamos en él.
Fuimos casi unas quinientas personas. La Confederación de Religiosos y Religiosas del Paraguay, dos autobuses que vinieron con campesinos de Marina Cué y muchos del grupo que desde hace cinco años estamos acompañando todo lo referente a la masacre de Curuguaty.
Se trataba la oración que narra el libro de Josué, capítulo 6, sobre las murallas de Jericó. Como dicen entonces llevábamos el sonido de la trompeta y el golpe rítmico de un tambor.
Según el libro de Josué, ellos querían con su oración alrededor de las murallas de Jericó que se derrumbaran para que los israelitas pudieran entrar en la Tierra Prometida.
Nosotros, en silencio, dimos las siete vueltas al Palacio de Justicia de Asunción, orando para que se derrumbara la corrupción actual en el Poder Judicial y pudiéramos entrar en ese nuevo Paraguay que queremos y por el que luchamos. Uno de cuyos pasos sería la libertad y compensación en tierra a todos los presos políticos inocentes de Curuguaty y a los familiares de los once campesinos impunemente asesinados.
Tal vez todo esto que cuento me lo leyeron en otro artículo, pero les falta el haber vivido la emoción de este acto y la fuerza espiritual y alegría humana que sacamos todos de él.
Llegará el día que triunfará la justicia en el Paraguay. Y la convicción del venceremos de hoy se convertirá en el hemos vencido de un pronto mañana.
Llevamos cinco años luchando por ello. Ni lo sentimos ni estamos frustrados porque todo hasta ahora en la Justicia nos haya sido negativo.
Venceremos porque esta causa es la causa de Dios. “Somos sembradores del cambio”.