Lo que debemos santificar es el día de hoy. ¿Y cómo vamos a empezarlo si no es ofreciéndoselo a Dios?
El ofrecimiento de obras nos dispone desde el primer momento para escuchar y atender las innumerables inspiraciones y mociones del Espíritu Santo en este día, que ya no se repetirá nunca más. Hoy si oís su voz no queráis endurecer vuestros corazones. Y en cada jornada nos habla Dios.
II. La costumbre de ofrecer el día a Dios también la vivían los primeros cristianos: “apenas despertar, antes de enfrentarse de nuevo con el trasiego de la vida, antes de concebir en su corazón cualquier impresión, antes incluso de acordarse del cuidado de sus intereses familiares, consagran al Señor el nacimiento y principio de sus pensamientos”.
San Pablo exhortaba a los primeros cristianos a ofrecer todo su día a Dios.
Recomendaba a los primeros cristianos de Corinto: Ya comáis, ya bebáis o ya hagáis alguna otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios.
Y a los colosenses: Y todo cuanto hagáis de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por él.
Muchos buenos cristianos tienen el hábito adquirido de dirigir su primer pensamiento a Dios.
Y enseguida el “minuto heroico”, que es una buena ayuda para hacer bien el ofrecimiento de obras y comenzar bien el día.
“Sin vacilación: un pensamiento sobrenatural y... ¡arriba!
–El minuto heroico: ahí tienes una mortificación que fortalece tu voluntad y no debilita tu naturaleza”.
“Si, con la ayuda de Dios, te vences, tendrás mucho adelantado para el resto de la jornada”.
“¡Desmoraliza tanto sentirse vencido en la primera escaramuza!”.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, Ciclo C, Pascua)