25 abr. 2024

Oda al tekorei

Hacer uso del tiempo libre y el ocio no es un derecho exclusivo de las vacaciones. Vida le acerca las razones por las cuales puede hacer uso de esos espacios suyos sin culpa y con total libertad.

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Texto: Carlos Elbo Morales | Fotos: Javier Valdez

Quizás usted, mientras lee estas páginas, está disfrutando de unas merecidas vacaciones, ya sea en un paradisiaco rincón o en la ignota comodidad de su hogar. Claro, toda vez que acceda a ese beneficio remunerado. Mientras se relaja y se deja llevar por esa sensación de libertad inigualable, recarga las pilas y a lo lejos visualiza su planificación para los siguientes meses. Y cuando retome su rutina diaria se olvidará, como la mayoría, que el ocio y el tiempo libre son momentos que se pueden disfrutar en cualquier momento de la vida.


¿De qué hablamos?

“El tiempo libre y de ocio son fundamentales para oxigenar las neuronas y el alma”, explica la licenciada en Sicología Liliana González, directora de la consultora Plus Link People. Según describe, ambas opciones se caracterizan por ser actividades realizadas voluntariamente por los participantes y que generan satisfacción. “Lo que queda después de trabajar y la rutina diaria es lo que consideramos tiempo de ocio. El ser humano –señala González– precisa que una parte de su tiempo lo dedique a otras actividades”.

Los momentos de distensión son vitales para hacer frente a la rutina. Ayudan a realizar una pausa, recuperarse y a no quedarse entrampado en las obligaciones, indica el siquiatra y trabajador comunitario Agustín Barúa Caffarena. “Creo que no hay reglas ni leyes que pauten el ocio. Tal vez una: poder conectarnos más con nuestros anhelos y ganas, y menos con los mandatos sociales que nos obligan a ser de una sola forma”, detalla y resalta que estos espacios ayudan al ser humano a sentirse libre, fuera de las acostumbradas pautas de las vacaciones y el fin de semana.

“Al lograr esto, el individuo puede permitirse realizar los cambios necesarios, llevar a cabo encuentros y celebraciones. Todas las cuestiones pueden darse en el ocio (en alguna medida en contraste con el no ocio o neg-ocio). Y no solo nos permiten eso, sino que ayudan a una mayor capacidad para pensar si las obligaciones cotidianas y rutinarias son las que queremos, y ver si las seguimos eligiendo o no”, subraya el siquiatra.

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La era del ocio

Sócrates decía que los ratos de ocio son lo mejor de todas las adquisiciones. El enunciado del filósofo demuestra cómo en la antigüedad era valorado ese espacio. Para los griegos, era entendido como un tiempo de existencia de los ciudadanos –no de los esclavos– que permitía acceder al disfrute de la perfección física, intelectual y política. Esta concepción, como muchas traídas de tierras helénicas, se proyectó también en la civilización romana.

En estas culturas y en la egipcia, quienes tenían capacidad de dejar textos escritos consideraban al trabajo como una maldición. Con la Revolución Francesa y la Ilustración cambian los conceptos y el punto de vista. El tiempo es dinero y la ociosidad es la madre de todos los vicios. El sociólogo Marco Castillo comenta que el tiempo libre es una concepción muy relacionada con el trabajo remunerado estable. “Pero ese privilegio no es una realidad para todo el mundo, en especial en los grupos socialmente vulnerables”, aclara.

La estigmatización


La sicóloga Liliana González comenta que el ocio y el tiempo libre empezaron a ser mal vistos desde que se instaló la moral cristiana y protestante. Estas creencias catalogan al trabajo como una manera en que el espíritu esté ocupado en Dios, mientras que el ocio se convierte en sinónimo de pereza y vagancia. A partir de ahí empieza a ser censurado y el trabajo es su antídoto.
“La concepción clerical del trabajo con la Iglesia Cristiana desterró al ocio, lo condenó a ser visto más como holgazanería y desidia. Esta idea fue trasladada a América Latina a través de la conquista y establecida por medio del mestizaje, lo que hoy constituye parte del conocimiento común”, manifiesta González.
Marco Castillo menciona que existen diferentes valoraciones sobre el ocio, tanto positivas como negativas. “La noción no está libre de preconceptos. A la vez que existen opiniones sobre el valor positivo del tiempo libre y el ocio (como necesarios para lograr mejores rendimientos o para procesos de aprendizaje), también tiene interpretaciones que lo ven negativamente y como señal de desorden”, apunta el sociólogo.

Respiro social

Castillo señala la importancia para la sociedad de que las personas se den ese espacio necesario para disfrutar del descanso. Entre los diversos factores indica la dificultad que tienen en el aprendizaje las personas que viven cansadas. “Me parece que el tiempo efectivo de concentración ronda una hora y luego debe realizarse un descanso para continuar con efectividad en cualquier actividad intelectual”, refiere. Agrega que el logro de los trabajadores de reducir la jornada laboral a ocho horas ya es tomado incluso por las empresas en busca de mejorar el rendimiento del personal. “Existen lugares –acota– donde incluso se está midiendo el efecto de jornadas de seis horas de trabajo”.

Otro punto a favor que suma al uso del tiempo en actividades no laborales: el ejercicio de las libertades personales. “Siempre y cuando existan condiciones mínimas para esto. Ahí entra mucho la capacidad del Estado y de las personas de organizar actividades y espacios de dispersión. La cultura, el deporte y las actividades comunitarias son típicamente formas en que se invierte el tiempo libre”, describe el sociólogo.

¿Y por casa?

El periodista, sindicalista y exsecretario general del Sindicato de Periodistas del Paraguay (SPP), Julio Benegas Vidallet, expresa que en Paraguay las personas son conscientes del derecho al tiempo libre y al ocio, pero debido a las condiciones y a las cada vez mayores exigencias materiales que se crean, hacen que parezca imposible lograr ese espacio para cada uno. Esto lleva a las personas a trabajar más de las horas establecidas en el Código Laboral. Este hecho se da en un alto porcentaje en las pequeñas empresas, donde los obreros y sus patrones deben trabajar mucho más para cubrir los costos de producción.

“El ser humano contemporáneo está atrapado en la angustia y la ansiedad. Nos llenamos repentinamente de cosas que en poco tiempo se vuelven chatarras, pero que en un momento determinado se nos presentan imprescindibles. Acceder a un estado de bienestar, es decir, un momento en que una persona se dice: ‘Estoy bien, nada me falta’, es casi ya un imposible en las condiciones contemporáneas”, enuncia el comunicador y añade que las condiciones para hacer frente a esto en la sociedad paraguaya están dadas, pero para ello debe haber un cambio del modelo productor que propicia la ida de las ganancias grandes al exterior, quedando solo monedas para distribuir.

El sociólogo Marco Castillo comenta que en los países con economías fuertes o en aquellas con mayor grado de desarrollo de los privilegios ciudadanos, estos derechos (ocio y tiempo libre) se ejercen con actividades como turismo, deportes, cultura. En contraposición, aclara que en otros países el acceso a este beneficio se realiza en forma limitada, quedando para quienes puedan pagarlos. “Si no existe infraestructura que atienda a las necesidades de todos, teniendo en cuenta especialmente a los grupos excluidos, el disfrute del tiempo libre se limitará solamente a quienes tengan capacidad de consumo, convirtiéndose en una mercancía más que en un derecho”, expone.


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¿Qué hacemos?

Estar constantemente ocupado no necesariamente quiere decir ser productivo. Tampoco llenar el tiempo con actividades significa necesariamente llenarlo de significado, aclara Liliana González. El temor por desperdiciar la vida o perderse algo importante hace que uno vaya en sentido opuesto al que cree, y debería preguntarse si realmente vale la pena. “Decir: ‘No tengo tiempo’, es una frase realmente sin sentido. Todos tenemos exactamente la misma cantidad de horas en el día, tan solo elegimos llenarlas con cosas distintas”, cuenta la sicóloga que, entre las diferentes maneras de hacer uso de sus ratos libres, ejercita un minuto de silencio absoluto cada día.

Agustín Barúa describe que disfruta de sus espacios de relajación compartiendo tereré con sus amigos, yendo al cine, andando en bicicleta, entre otras actividades. Desde su punto de vista, deberían conocerse las diversas experiencias que hay en el país para aprovechar los momentos de ociosidad. Hace referencia a indagar sobre cómo se entretienen los pueblos originarios, los niños, las poblaciones de las clases populares e incluso un grupo de mujeres dentro de un contexto social patriarcal. Esa mirada se debe realizar dejando de lado los prejuicios y preconceptos.

La sicóloga de Plus Link People resalta que en Paraguay aún se mantiene la costumbre de tomarse una pausa para el tereré y la conversación. Destaca además que con el boom gastronómico de los últimos años y el aumento del turismo interno, se ha logrado un mayor avance en el ejercicio del tiempo libre. Estas y otras alternativas demuestran que no es una cuestión cronométrica. Uno puede dejar de lado la flojedad que causan las ocupaciones para ocuparse en no hacer nada.